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Funcionarios que rechacen las nuevas tarifas serán desplazados
ULTIMÁTUM DESDE ALEMANIA

Funcionarios que rechacen las nuevas tarifas serán desplazados

El presidente dejó España y continuó con una serie de respuestas a dichos y gestos del kirchnerismo en la puja que lleva adelante en la interna dentro del Gobierno nacional.

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El presidente llegó a Alemania en la segunda escala de su gira europea y se mostró decidido a dar la pelea interna, al señalar que no está dispuesto a soportar un nuevo bloqueo del kirchnerismo a los planes de Martín Guzmán, ante lo cual emitió un ultimátum: desplazará a quienes no estén de acuerdo con las políticas tarifarias que se aprueben como parte del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

Fernández no pudo escaparse de la interna que atraviesa a su Gobierno. Ni siquiera la agenda internacional con tres destacados líderes europeos pudo torcer el rumbo de la vida interna de la coalición. En gran medida, fue porque el Presidente decidió responderle a Cristina Kirchner en una entrevista al diario español El País y asegurar que tenía una “mirada parcial”, palabras que volvieron a recalentar la discusión de poder en el interior del Frente de Todos.

Fue una decisión política. Una forma de mandar un mensaje contundente a su compañera de fórmula, con la que dice coincidir en la concepción política sobre lo qué hay que hacer en el país, pero no en el camino. Diferencia sustancial para que el Gobierno logre tener un rumbo y dirigirse hacia allí sin contratiempos. “Los dos van a Mar del Plata. Pero uno elige la Ruta 2 y el otro la 11”, explicó un funcionario sobre ese recorrido diferente que, con el pasar de los días, parece no tener el mismo destino. La realidad es que las coincidencias de fondo se desgranan con las diferencias que quedan en la superficie.

La interna no es gratis. Tiene un costo. Un impacto real en las variables de la macroeconomía, en la autoridad presidencial, en la credibilidad de la gestión y en la capacidad de generar confianza del Gobierno. Por eso cualquier cruce de palabras no es superficial ni banal. El Presidente lo sabe y lo acepta, aunque parte de su círculo de confianza intente relativizarlo.

A Fernández no le preocupa el silencio que hay en su relación con Cristina Kirchner. Silencio que ya lleva más de dos meses. Es parte de la nueva normalidad del Gobierno. Tampoco tiene previsto un encuentro con ella. Ni fecha, ni hora, ni lugar. No hay un té pautado para acercar posiciones mientras miran los jardines de la Quinta de Olivos. “No me perturba”, suele decir sobre el tiempo que lleva sin dirigirse la palabra con su compañera de fórmula. Además, sabe con seguridad que las diferencias existentes, y el nivel de descomposición interna de la coalición, no se terminará porque se junte con Cristina un par de horas.

Todo lo contrario a las proyecciones que muchos hacen en el peronismo sobre el final de la interna. Una gran mayoría, de todos los sectores, cree que la tregua llegará el día que ambos se sienten a la mesa a decirse las verdades cara a cara. El jefe de Estado asume la conflictividad del vínculo como parte de los sinsabores normales, que sobreviene de los movimientos de poder naturales que tiene la política. “No es un problema de tensión, sino de fijar posiciones”, dijo.

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