Las lluvias del 22 al 24 de julio privilegiaron la zona que había quedado con menor cobertura la semana pasada, el norte de Rosario, y sumaron milímetros en el oeste de la región núcleo.
Además del valor que tiene para la condición del trigo, suma para la siembra de maíz en dos meses. Los técnicos aseguran que con esta humedad “es un año para fertilizarlo bien”, aunque “no es tan fácil encontrar financiamiento y volvemos a hablar de tasas (de retornos) que hacen que uno se replantee muchas veces las decisiones agronómicas”.
Con una intención de siembra que apunta a un incremento interanual de 17% en el área maicera, la región núcleo podría registrar 1,9 M ha con maíz.
Un factor que pesa en contra de la soja, que se viene repitiendo, es la de los “rindes estancados”. Al respecto, desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) le consutaron a los técnicos del área y analizaron los rindes de la región para las últimas 16 campañas.

¿Por qué los rindes de soja se han estancado en la región núcleo?
Los técnicos coinciden en señalar que es un problema con muchos factores, y que, lo principal, es un problema de fertilidad química (falta de fertilización) y fertilidad física de los suelos, ya que se relaciona con la disponibilidad de agua para el cultivo. En general, el problema genético queda por detrás. “Estamos muy lejos de poder aprovechar el potencial de los materiales de siembra”, comentan. Los técnicos advierten sobre una degradación tecnológica en los últimos años: menos inoculantes, fertilización escasa, control deficiente de malezas y repetición de soja sobre soja en campos alquilados.
Un agrónomo de Aldao afirma “para mí, lo más importante es la falta de fertilización, especialmente con fósforo. Al cultivo hay que invertirle para qye se exprese, hay que darle de comer, y hace mucho que no le ponemos en el plato una costeleta. En números, el margen promedio que le dejó a la gente la soja está entre los 100 a 120 u$s/ha y si fertilizas, tenés que descontarle a eso 20 U$s/ha”.
Desde Bigand agregan “muchos productores usan variedades liberadas, más antiguas”. En Pergamino, el diagnóstico apunta a que “la baja rentabilidad lleva a una fertilización mínima y al uso de insumos genéricos de baja calidad”.
En General Pinto, explican: “Aparte de lo que llueve, la eficiencia de captación del agua es muy importante. En el mejor de los casos capturamos solo un 60%. Y esto depende de la fertilidad física de los suelos. El potencial de almacenamiento de los suelos también es otro índice en deterioro. Vemos problemas de compactación y falta de estructura, y metiéndonos en el tema químico, pérdida de fósforo y micronutrientes, y algo que notamos cada vez más, la acidificación de los suelos”.
¿Es un problema sólo de la soja?
Durante mucho tiempo las miradas sobre el estancamiento de los rindes apuntaron directamente a la soja. Sin embargo, los datos de campaña parecieran apuntar otra cosa.
Al comparar soja y maíz, es tan leve la tendencia positiva en ambos cultivos que indica que no hay una mejora significativa a lo largo del tiempo. Esto sale de analizar el gráfico sobre la evolución del rendimiento promedio de soja y maíz en región núcleo a lo largo de las últimas 16 campañas, exceptuando la 2022/23 por su sequía extrema.

Es interesante señalar que el valor R2, el coeficiente de determinación, muestra valores muy bajos que indican que no hay un patrón claro de mejora sostenida en los rindes. En el caso del maíz, los rindes oscilaron entre 60 y 110 qq/ha, incluyendo la campaña de la sequía, mientras que la soja estuvo entre 25 y 42 qq/ha, con el mínimo también en la campaña 2022/23.
En el maíz se advierte una dispersión mucho mayor que en la soja; cuando rinde bien, se pueden obtener mayores retornos. Por el contrario, la soja es “más estable”, lo que contribuye a ser tomada como “caballito de batalla”, siendo más confiable en las “malas”, pero con menor margen de mejora bajo buenas condiciones climáticas.
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