En el último mes se deterioraron las condiciones climáticas para los cultivos de invierno, con la profundización de una seca que ya lleva muchos meses más una serie de heladas tardías en zonas productivas muy importantes.
Por eso es que la producción esperada de los cereales de invierno (trigo, cebada) será definitivamente bastante menor a la del año pasado, reduciendo la disponibilidad de materia prima para abastecer la exportación y el consumo interno, lo que genera especulaciones respecto del margen de libertad que tendrá el mercado para distribuir el volumen entre uno y otro destino, en un contexto en el que el mercado ya opera con intervención del gobierno en cuanto a las restricciones sobre las operaciones de exportación.
El especialista Víctor Tonelli, licenciado en Ciencias Agrarias, le contó a este diario que “la siembra y cosecha fina de trigo, cebada, avena y otros cultivos de invierno, hay una parte que ha sufrido la falta de agua y no hay expectativa de una cosecha como la que se esperaba, que era de unos 20 millones de toneladas, y los últimos datos están dando menos de 14 millones de toneladas y para los últimos datos de la zona núcleo nos falta entre un mes y un mes y medio de cosecha.
Si bien esta semana hubo una lluvia importante y salvó algo, todavía queda mucho camino por recorrer y las perspectivas son malas”.
Las últimas previsiones de la Bolsa de Rosario no dan margen al optimismo. En los últimos reportes, los especialistas de ese organismo hablaron directamente de “desastre productivo” y de una caída de la producción de trigo de nada menos que el 40% respecto a las cifras del año pasado.
Los nuevos ajustes alcanzan a Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y en el norte y oeste de Argentina, dice el estudio. El escenario preocupante para el sector agrobioindustrial es seguido de cerca por las autoridades.
Sin declaraciones públicas pero con los ojos puestos en lo que será una segura restricción del ingreso de dólares tanto Alberto Fernández como el ministro Sergio Massa, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce y el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, monitorean con ceño fruncido los números de una siembra y cosecha que se complica cada vez más por el clima.
“El sector agrobioindustrial genera 7 de cada 10 dólares que entran al país. Lo que dice el servicio meteorológico de acá a fin de año no es alentador. Pero esto no solo afecta a la agricultura, también a la ganadería por los problemas en las pasturas y a toda la economía, en especial en el interior, donde la dependencia del crecimiento del sector es aún mayor que en los centros urbanos”.
Según las estimaciones de la Bola de Rosario, habrá un impacto de 0,6 puntos del PBI en el crecimiento de la economía. Lo que implicaría, a su vez, una pérdida de recaudación por U$S189 millones en concepto de derechos de exportación. Unos $30.000 millones al tipo de cambio actual.
Según revela un informe del IERAL, los cultivos de invierno son relevantes dado que generan un puente de divisas entre las cosechas de los cultivos de verano (maíz, soja), que son los principales proveedores de dólares al país entre los meses de diciembre y febrero / marzo. Por la caída esperada en la producción, el puente de divisas de la campaña 22/23 será más angosto y más corto en relación al de la campaña previa.
Como ejercicio de simulación, un escenario de 8 millones de toneladas exportadas de trigo -razonable y hasta optimista por contexto y decisión política-, a un precio medio de U$S395 la tonelada, dejaría divisas por U$S3.160 millones, un ajuste del 34% comparando contra los U$S4.780 millones con los que estaría cerrando el ciclo 21/22.
Si bien falta bastante para completar la siembra y más aún para iniciar la cosecha de los granos gruesos del ciclo 22/23 -recién sucederá allá por abril y mayo del año que viene-, analizando aquellos factores que influirán sobre el aporte de divisas del sector en el 2023, como envíos de granos y sus principales derivados industriales, se pueden hacer algunas primeras simulaciones al respecto.
Con lo que se sabe hasta el momento en materia de precios externos, considerando lo sucedido con los cultivos de invierno y suponiendo volúmenes de exportación relativamente constantes entre campañas, el aporte de agro divisas podría rondar los U$S40 mil millones en el 2023, una cifra que se ubicaría 7% por debajo de lo que se prevé finalmente para este año, unos U$S43 mil millones.
“Si no se concentra buena lluvia de acá hasta un mes o mes y medio adelante, va a haber serios problemas para la siembra de soja y maíz de segunda, la de primera ya ha vencido su ventana de siembre y si no hay agua suficiente, y ahí sí que tenemos un problema enorme para la economía argentina.
Venimos con dos problemas climáticos muy serios: la falta de lluvias y el frío, que este año comenzó en abril y no ha cesado, ha sido una temporada muy larga de heladas ya que en algunas regiones cuentan hasta 200 heladas con temperaturas cercanas a cero grado que destruye cualquier potencial crecimiento de la planta.
En la zona núcleo han faltado entre 300 y 500 mm de agua que son esenciales para una muy buena siembra y cosecha”, agregó Tonelli.
En el último mes se deterioraron las condiciones climáticas para los cultivos de invierno, con la profundización de una seca que ya lleva muchos meses más una serie de heladas tardías en zonas productivas muy importantes.
La producción esperada de los cereales de invierno, como trigo y cebada, será definitivamente bastante menor a la del año pasado, reduciendo la disponibilidad de materia prima para abastecer la exportación y el consumo interno, lo que genera especulaciones respecto del margen de libertad que tendrá el mercado para distribuir el volumen entre uno y otro destino, en un contexto en el que debe recordarse que el mercado ya opera con intervención del gobierno en las restricciones sobre las operaciones de exportación.
Los pronósticos climáticos siguen siendo relativamente poco alentadores, al preverse lluvias por debajo de las habituales en al menos los próximos tres meses para gran parte de la región central del país. Esto pone en alerta naranja a la campaña de verano, que ya debería estar avanzada en lo que hace a área implantada, pero que se encuentra demorada a la espera de lluvias y de algunas señales más alentadoras respecto de lo que puede suceder con el clima en los meses que siguen.
Al 23 de octubre las reservas hídricas en el suelo eran extremadamente reducidas en prácticamente toda el área triguera, con algunas zonas de excepción, caso del noreste de Entre Ríos y algunas micro-zonas del interior de Buenos Aires, según datos del INTA.
La falta de lluvias y las elevadas temperaturas siguen siendo el común denominador de una campaña agrícola adversa desde lo climático, que tendrá rindes medios muy inferiores a los normales y dejará quebrantos en muchas explotaciones agropecuarias, quedando la expectativa de una cosecha de verano que permita pagar las deudas ya contraídas, destaca el informe.
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