El pasado 7 de julio se celebró el Día Mundial de la Conservación del Suelo. Se eligió este día en particular, en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quién dedicó su vida a demostrar que el cuidado del suelo influye directamente en la capacidad productiva de los mismos.
El objetivo que perseguía Hammond y que es el principal propósito de este día, es el de concientizar a las personas de la importancia fundamental que tiene el suelo para la humanidad.
El suelo es uno de los recursos naturales de mayor importancia. A través de su conocimiento y uso el hombre ha sido capaz de producir los alimentos, fibras y parte de la energía que sostiene su demanda como especie. Sin embargo, un manejo no sustentable del mismo principalmente por años de labranza ha impactado negativamente en su productividad sostenible. Erosión hídrica y eólica, pérdida de nutrientes y de diversidad biológica, y la caída drástica de los tenores de materia orgánica son evidentes, y aún persisten.
En Argentina, la siembra directa surge como una necesidad a buscar reducir la pérdida de suelo por erosión hídrica y eólica. Argentina es uno de los países pioneros en adopción, más del 90% de la superficie destinada a cultivos extensivos está bajo siembra directa. Sin embargo, por sí sola no alcanza para evitar la degradación de los suelos. Su implementación debe ser con rotaciones con adecuada intensidad y diversidad y reposición de nutrientes.
Hay suficiente información experimental tanto nacional como internacional que evidencia que la implementación de la siembra directa tiende a mejorar las propiedades biológicas, químicas y bioquímicas de los suelos, y cambia la composición, distribución y actividad de las comunidades microbianas. No obstante, esto debe estar acompañado del aporte adecuado en cantidad y calidad de residuos orgánicos que logre disminuir la caída en los contenidos de materia orgánica.
A pesar de la elevada adopción de siembra directa en Argentina, predominan los sistemas con balances negativos de carbono, nutrientes y hay pérdidas por erosión. Esto queda en evidencia en distintos estudios que se han realizado y se vienen realizando continuamente. En este sentido, los estudios realizados por Sainz Rozas muestran reducciones en los niveles de materia orgánica de 20 a 40% respecto a la condición prístina, o sea, sin intervención de la agricultura. Es decir, los suelos prístinos presentaban un promedio de 4% de materia orgánica y los suelos agrícolas 2,9%.
También los relevamientos realizados por Sainz Rozas muestran que hay una acidificación de los suelos. Los valores medios de pH en muestras agrícolas fueron un 4,2% inferior a suelos prístinos. La acidificación se debe a la pérdida de bases como calcio, magnesio y potasio, por extracción por los cultivos principalmente. También es abundante la información de relevamientos que evidencia una disminución de los niveles de fósforo, azufre y micronutrientes como boro, zinc en los suelos agrícolas respecto a los prístinos.
A pesar del crecimiento en el uso de fertilizantes, si bien la relación de aplicación de nutrientes respecto a la remoción ha mejorado en los últimos años, ha sido insuficiente para el mantenimiento de balances al menos neutros. Hoy predominan los balances negativos de nutrientes. A su vez, si bien se ha logrado reducir de manera significativa, se debe mencionar que seguimos teniendo graves problemas de erosión hídrica asociado a las bajas coberturas, la ausencia de sistematización y otras técnicas para evitar o al menos reducir la erosión.
Es por esto, que todos quienes estamos involucrados en la producción tenemos el enorme desafío de lograr satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Si se logra entregar a las generaciones venideras un suelo en mejor condición del que lo recibimos es que nuestros sistemas están siendo sustentables. Este es el gran desafío.
Claro está, que se debe entender el contexto político y económico que muchas veces no solo que no van de la mano de la ejecución de sistemas sustentables, sino que van en contra. No tener una ley de arrendamientos, la ausencia de reglas claras para la producción, entre otros factores, hace que predomine la visión cortoplacista por sobre la visión a largo plazo.
La pregunta es ¿cómo podemos alinear los intereses de corto plazo de los productores con las necesidades de largo plazo de la sociedad? El rol del Estado en esto es clave.
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