El paso del tiempo y un cuerpo castigado por las lesiones parecen empujar la respuesta hacia la prudencia. Woods se recupera de su séptima operación de espalda —un reemplazo de disco realizado en octubre—, arrastra secuelas de múltiples cirugías de rodilla y aún convive con las consecuencias del grave accidente de tránsito que sufrió en 2021. Aun así, fiel a su historia, el Tigre se resiste a la retirada.
A los 50 años se le abre formalmente la puerta del Champions Tour, el circuito sénior, con torneos más cortos y exigencias físicas reducidas. Allí compiten leyendas como Bernhard Langer, Ernie Els, Miguel Ángel Jiménez o Vijay Singh. Pero Woods no termina de convencerse. “Solo quiero volver a jugar y ver cómo responde mi cuerpo”, dijo a principios de diciembre. El deseo de competir contra los mejores y, quizá, disputar algún grande más —especialmente el Masters de Augusta— sigue latente.
La realidad deportiva, sin embargo, es contundente. Hoy figura más allá del puesto 2.500 del ranking mundial, la peor ubicación de su carrera. Desde 2021 apenas disputó un puñado de torneos oficiales y no compite desde que falló el corte en el Open Británico de 2024. Su legado, con 15 majors y 683 semanas como número uno del mundo, ya está asegurado; su presente competitivo, no.
Mientras tanto, Woods ha ganado peso fuera del campo. Es cofundador de la TGL, una liga innovadora que combina golf real y virtual junto a Rory McIlroy, y preside un comité del PGA Tour encargado de rediseñar el calendario y modernizar el producto. “Antes podía impactar con mis palos; ahora lo hago de otra manera”, resume.
En ese contexto surge otra incógnita clave: la Ryder Cup. Tras la dura derrota ante Europa, Estados Unidos busca liderazgo y carisma. Woods aparece como el candidato ideal a capitán para la edición de Irlanda 2027, aunque aún no hubo confirmaciones oficiales.
Entre la recuperación física, los negocios, la posible capitanía y la formación de su hijo Charlie, Tiger Woods llega a los 50 lejos del esplendor de antaño, pero todavía aferrado a la idea de una última resurrección. En su caso, incluso lo imposible nunca termina de estar descartado.
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