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HISTORIAS DE VIDA

De Colón a escalar el Kilimanjaro, una travesía que no tiene techo

Emmanuel Salomón dejó su Colón natal para viajar por Europa. Hoy vive en Dinamarca, en la zona rural. El contacto con la naturaleza lo llevó a escalar el volcán en Tanzania. Su experiencia en un safari y el sueño de subir al Everest

El calor agobiante de este lado del mundo no se condice con lo que pasa en el Viejo Continente. Del otro lado de la línea, a 11,985 kilómetros (distancia entre Pergamino y Dinamarca) Emmanuel Salomón habla pausado, tranquilo, en el gélido invierno europeo, que se debe sentir mucho más en la zona rural donde habita este colonense de 33 años que un día decidió cruzar el “charco”. 

Salomón se recibió de Arquitecto; estudió y vivió en Rosario. De regreso a Colón comenzó a trabajar en un reconocido estudio de la ciudad; hasta que, de tanto pensar y tras un trabajo arduo de introspección, buscó un nuevo horizonte y desafío personal.   

- Emmanuel, ¿por qué te fuiste a Europa y cómo fue esa decisión de darle un giro abrupto a tu vida? 

ES: “Había terminado mi carrera Universitaria como arquitecto, trabajaba en un estudio reconocido y tenía algunos proyectos propios. Siempre estuve bien físicamente, había jugado al fútbol en Colón y en Buenos Aires. Había algo en la vida diaria que no me llenaba, algo me estaba faltando. Empecé a cuestionarme un montón de cosas, tuve un proceso autocrítico, complicado, que al fin me llevó a pensar en la posibilidad de vivir una experiencia afuera del país, no escapando de nada, sino para poder ganar conocimientos, para poder explorar cómo es la vida afuera, para poder abrir la mente. En junio de 2018 decidí venir para Europa, mi primera opción fue aplicar a una visa de trabajo y vacaciones. Estuve viajando como cuatro meses alrededor de Europa, y después me instalé en Los Pirineos, al sur del Francia, donde trabajé en la vendimia en la recolección de uvas. Al viajar empecé a explorar la naturaleza, a estar más en contacto con el entorno; hice trekking por las montañas y comenzó otra conexión. No es que uno tiene que venirse a Europa para poder encontrar estas posibilidades porque en Argentina tenemos unos paisajes hermosos, pero yo necesitaba salir de mi círculo diario para poder empezar a apreciar ciertas cosas; así empezó a despertar una sensación de libertad única que antes no había sentido. Sentía que no tenía la obligación de ir a trabajar, sino que era por decisión propia, juntaba dinero un par de meses y seguía viajando. Uno en el día a día al estar presionado por todas las responsabilidades no tiene mucho lugar para pensar en lo que realmente queremos hacer, lo que deseamos hacer, lo que disfrutamos hacer”.

- ¿En esos viajes, pudiste ensamblar, por así decirlo, tu formación con el paisaje, con las ciudades?  

ES: “Sí, claro. En Argentina estudiaba los monumentos europeos, las ciudades como Roma, Atenas, milenarias, con tanta historia. Todo eso lo pude ver. Fui explorando y descubriendo lugares, y así me fui inclinando hacia una vida más cercana a la naturaleza, por eso viví mucho tiempo en las montañas. Es un cambio radical, es un cambio que te genera muchas dudas, muchos miedos que hay que enfrentarlos. Hay un montón de argentinos y personas de distintos países que están viajando, que están haciendo su experiencia.”. 

- ¿Cómo fue el proceso que te llevó a escalar el Kilimanjaro?  

ES: “Como bien vos lo decis: un proceso. Vivo con una familia en Dinamarca. Ellos tienen casa en África, entonces empezamos a idear el viaje. Pero uno tiene que estar preparado mentalmente para visitar este lugar del mundo tan particular, porque la realidad social, la cultura, es un choque grande, y quizás si no estás fuerte de la mente te puede llegar a afectar, todo depende cómo haces tu viaje, si vas de turista quizás te mantenés ajeno a todo eso. Con esta familia al conocer el idioma, al tener contacto con la gente del lugar me abrieron la posibilidad de poder tener una experiencia más local, no turística. Con quien vivo acá subió el Kilimanjaro, me dio toda su experiencia, todas sus vivencias, sus consejos. El tema es poder aclimatar el cuerpo, te diría que es gran parte del desafío, porque acá es invierno y allá hay 30 grados de temperatura. Arme el viaje siguiendo los consejos, tratando de leer mucho, de investigar, de tomar las mejores decisiones para incrementar las posibilidades de llegar a la cima, de disfrutar todo el recorrido. Tanto en Italia como en Francia vivía cerca de la montaña. Empecé a desafiarme a mi mismo: primero caminaba, después comencé a correr y luego a subir, primero 1500 metros, después 1700, 2400. Estuve en el volcán Etna, no en la cima porque no se podía pero sí muy cerca. Es increíble cómo se escuchaba el ruido del volcán. Cada meta que me ponía iba viendo cómo respondía mi cuerpo, soy una persona que se exige mucho a sí mismo. La mayor de mis preguntas era si mi cuerpo iba a manejar la altura, pero hasta que no estás arriba no sabes cómo puede responder. A veces vemos a los jugadores de fútbol cundo van a jugar a la Paz cómo les repercute la altura; uno dice: por qué no se mueven, por qué no corren, sentados en tu casa mirando la televisión; lo que pasa es que el cuerpo se está aclimatando, requiere de un esfuerzo natural de tu cuerpo que por más preparación física que tengas a veces no es suficiente. No es que te falta el oxígeno, lo que falta arriba es la presión atmosférica, el oxígeno está, es igual en todas partes, lo que se reduce es la presión atmosférica".  

- Sin dudas, llegar a la cima es el gran objetivo. Pero durante el ascenso o descenso seguramente habrás vivido varias experiencias. ¿Hubo dificultades?

ES: "La máxima complicación es el último día cuando vas a hacer cima. Ese, para mi, es el día más complicado porque empezás a sentir una sensación nueva, tenés que subir desde el último campamento hasta la cima, regresar al campamento y bajar aún más, son como 25 kilómetros que requiere un gran esfuerzo físico. Ese día nos agarró una tormenta de nieve, no fue compleja, pero tardamos más de la cuenta en la bajada porque caminar con viento en contra y nieve en la altura se siente muchísimo. Creo que ese fue el mayor desafío. Pero también pienso en mantenerse fuerte mentalmente, porque cuando vas viendo, en la subida sobre todo, personas que se quedan en el camino, que tienen que ser de rescatada con helicópteros, que tienen que pasarles oxígeno, que están casi al punto de desmayarse, ver eso, sin dudas, te afecta, por más que vos te quieras mantener ajeno a todo eso sentís empatía y pensás que podés ser vos. Uno piensa en todo el esfuerzo que te llevó ahí y no lo podés hacer, es una frustración muy grande. Es un desafío muy mental, más allá de lo físico. Debes mantenerte muy bien mentalmente en toda la travesía". 

Memorias de África: Misión Safari

- En esa visita al continente africano estuviste también en un safari. ¿Cómo fue esa experiencia? 

 ES: “Cuando hago un viaje lo trato de hacer de una forma tajante, de una forma que vas hasta lo más profundo del sitio donde voy a visitar. Después de subir el Kilimanjaro me quedaban unos días, y ya había decidido hacer el safari. Nos pasaron a buscar por un hotel (al contingente) y de ahí visitamos distintos parques nacionales. Nos llevaban en esas cuatro por cuatro con techo extendido para poder ver a los distintos animales. Hicimos noche en uno de los parques más grandes de la zona, dormíamos en el camping en carpas, a nuestro alrededor había todo tipo de animales salvajes, la verdad que fue una experiencia muy fuerte".

 

- En le medio de selva, ¿cuál es animal, la especie que más te cautivó, que más te impresionó?

EM: “Sin dudas, el león. Hace contacto visual, te mira fijo a los ojos y te hace sentir esa esa furia; están calmos, pero te demuestra todo su potencial en la mirada. Es el rey, ellos no tienen miedo, están en su habitad, son los que lideran. He visto a una chita cazar un antílope, es tremendo, la velocidad, todo pasa muy rápido. El antílope se alimenta de pastura y la chita necesita de la carne, es el ciclo natural, lo ves en vivo. Estábamos a unos metros, quizás suena morboso, pero comprendes un montón de cosas. No pasan cinco minutos que empezamos a ver tres cóndores que sobrevuelan nuestros vehículos, comienzan a hacer círculos hasta que bajan; uno se pone de frente y dos más lejos, es como que el primero es el líder. Y luego a lo lejos vimos una polvareda, era una manada de hienas que venía en nuestra dirección, ellas huelen la sangre a kilómetros. Una vez que la chita terminó de comer, ahí recién se acercaron los otros animales, es todo muy fuerte".  

- Por más que uno decide ir a un safari, ¿sentiste miedo en algún momento?

ES: "Los guías te dicen que te quedes tranquilo, hay que ir con cuidado porque siempre está la posibilidad que te encuentres en cualquier momento con un animal en el camino, eso en el campamento. Un hombre nos contó que una noche salió al baño, sintió un ruido, hizo foco con la linterna, vio unos ojitos que brillaban y se encontró con un grupo de hienas. Yo, por ejemplo, dormía solo, mi carpa era la más alejada al campamento. Empecé a escuchar ruidos muy particulares; al otro día el guardia nos dijo que las hienas habían estado alrededor de las carpas. Otro día me fui a bañar a la nochecita, cuando vuelvo a la carpa veo algo negro, grande, como un montículo entre las carpas; enfoco, le hago zoom a la linterna y había dos búfalos comiendo. Ellos están en su habitad natural, nosotros somos los que estamos ahí invadiendo su territorio. El búfalo es el segundo animal más peligroso en matar a un humano, si se enojan ahí hacen un desastre, pero los guardias te dicen que es una situación normal para ellos, aunque no es usual que se acerquen tanto a las carpas. La verdad, la adrenalina es muy alta”. 

- ¿Cómo es tu vida en Dinamarca? 

ES: “El tema de la legalidad en Europa es importante. Aquí apliqué una visa de trabajo, pero después logré la ciudadanía porque al tener antepasados italianos pude hacer el papelerío y hoy estoy en otra condición. En Italia me agarró la pandemia, pero esa es otra historia. En Dinamarca, al principio, hice un voluntariado donde trabajas a cambio de hospedaje y comida. Estaban construyendo un hostel ecológico, y yo caigo acá sin saber que estaban haciendo eso, como si fuera una señal del destino. Me puse a trabajar como ayudante y a aplicar lo que había aprendido en mi carrera. Aprendí mucho, se trabaja con materiales como paja, arcilla y madera. Cuando entras a un lugar construido con materiales ecológicos te sentís de otra forma. Ahí me empecé a replantear todavía mucho más cosas sobre mi vida, sobre mi profesión, sobre lo que yo iba a hacer de ahí en adelante, sobre mi conciencia de cómo lo que yo venía haciendo hasta ahora afectaba o ayudaba a la naturaleza, fue también un click. Si tuviera el día de mañana que hacer un trabajo profesional prefiero hacerlo de un modo ecológico que ayude al entorno, porque veo que no hay un camino viable si seguimos repitiendo lo mismo”.  

- Dijiste que subiste 1200, 1700, 2400 metros, fuiste al Etna, al Kilimanjaro con más de 5800 metros. ¿Qué otros desafíos tenés en mente, porque parece que no hay techo? 

ES: “Mi idea, mi gran sueño es en algún momento subir al Everest, pero sé que para hacerlo se necesita hacer un recorrido, no se logran esas cosas de un día para otro, requiere de mucha inversión, de muchos gastos. El año próximo intentaré subir el Aconcagua, que es un punto medio entre el Kilimanjaro y el Everest; ese sería, relamente, un gran desafío”.