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Santiago Rubén “Semilla” Giamarchi, el ´guardián´ de la Utilería de Douglas
HISTORIAS DE VIDA

Santiago Rubén “Semilla” Giamarchi, el ´guardián´ de la Utilería de Douglas

Integró el equipo del ´86 que logró el ascenso a la B Nacional. Jugó en el mítico Lucini. Fue uno de los primeros jugadores que vendió el fogonero a otra institución. También incursionó en el fútbol francés. Hoy cuida la Utilería con un amor incondicional

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El frío y el viento se hace sentir en la tarde nublada pergaminense. El registro marca 4 grados. El Estadio “Miguel Morales” está solitario, no tendrá acción porque Douglas jugará esta fecha de visitante en Sunchales. 

Haciendo zigzag por las las distintas salas, escucho el murmullo de voces y llego hasta la Utilería, donde está el protagonista de esta nota junto a otros integrantes del cuerpo técnico. A lo lejos se escucha el entrenamiento, algún silbatazo y los gritos de los jugadores en la cancha auxiliar. 

Giamarchi me pide unos minutos. Termina de acomodar la ropa y repasa todo lo que tiene que llevar para el encuentro entre el fogonero y Unión (Sunchales). Cuando tiene todo listo nos vamos hacia el sector de prensa para estar cómodos, sin interrupciones. 

De impecable indumentaria de Douglas y un gorro de lana para “amortiguar” el frío, ´Semilla´ comienza la charla con un tono amable y sereno. El apodo es de herencia, viene de su padre, y ahora él porta el sobrenombre como si fuera parte del apellido, como su estuviera impreso en el documento.

Como futbolista, fue parte del equipo que consiguió el histórico ascenso a la B Nacional en 1986. Todos lo recuerdan como un habilidoso de melena y rulos al viento, como se usaba en esa época. 

Su corazón se divide entre varios lugares: el Barrio Acevedo, donde vivió y cursó la escuela primera, también residió un tiempo en la localidad de Colón, en La Plata, donde jugó al fútbol en Estudiantes, y, finalmente, se estableció en el Barrio Centenario. Él no lo cuenta, pero tuvo la experiencia en el fútbol francés, donde defendió los colores del Grenoble.  

´Semilla´, siempre estuviste ligado al club, pero, ¿cómo te convertiste y cómo es ser el utilero del fogonero?

SG: “Mirá, es algo especial. Yo me crié en este club. Empecé a jugar a los 12 años,y no paré más. Me tocó estar en varios cargos. Cuando dejé de jugar, a los 33 años, me hice cargo de las inferiores, donde estuve 3 años. Después vino Omar Jorge, como técnico del Nacional B, y me llevó de ayudante. Tambien estuve con Juan Echecopar, con Don Miguel Ignomiriello, con Celoria, con muchos técnicos. Del ´89 al 2000 entrenaba a los arqueros. Después por una cuestión de la vida, del destino, me fui diez años a Buenos Aires; viví en Avellaneda, y cuando vuelvo, en el 2016, cuando fallece  Oscar “Cacho” Rossi, que era el utilero, me llaman del club para ver si quería agarrar, si me interesaba el cargo; no lo dudé, porque es mi vida, mi mundo. Siempre les digo a los jugadores que me cambié 12 años en este vestuario. Es difícil cuando uno no puede jugar más, cuando se terminó. Llega una edad que te jubilas rápido. Estar en el ambiente, aunque no seas jugador, a mí me apasiona. Esto es mi vida, soy feliz de estar acá, de hacer lo que hago; lo hago con amor, con cariño. Estoy con los jugadores, con los cuerpos técnicos, se viaja. Trato de darle todo lo que esté en mi alcance al jugador, que no le falte nada. Nos equivocamos, como todos, pero ellos me conocen, tenemos una muy buena relación, mucho respeto, dentro de las bromas. Yo digo que que me voy a morir en este club, en esta cancha. Uno dice: ´te jubilas´….y. no, esto te da vida, es una inyección. Y esto no tiene que ver con los resultados, es estar el día a día con los jugadores...Que a uno le faltó esto, entonces hay que solucionarles un problema...que las pelotas, que el agua, muchas cosas. Es un trabajo arduo…Para que tengas una idea: entrenan a las nueve de la mañana, yo vengo a las seis…Son treinta y cinco canastos que tengo que preparar.  Y después cuando terminan retiro las ropas que utilizaron y las tengo que lavar, y hay que tenderlas para el otro día, entonces se me van dos horas y media, tres horas más. Se van a las seis, yo me voy a las ocho y media. Pero esto me apasiona". 

Estuviste, por así decirlo, del ´otro lado del mostrador´, como futbolista. ¿Eso hace, quizás, que a la hora llevar la Utilería adelante te sea más fácil?

SG: “Sí. Todos no son iguales; vos imaginate que son treinta, todos no van a pensar igual, pero enseguida le agarro la mano. Hablo bastante con los que no juegan, porque están caídos. Siempre les doy ejemplos: si vos vas al banco, y si vos fueras técnico, ¿pones once o pones veinte?...Tenés que poner once, y los que van al banco quedan porque no pueden ir todos, entonces hay que laburar en la semana para ganarse el puesto, eso es una lógica. Si no jugás entrenás el doble, pasás por al lado del técnico y le tenes que echar viento para que diga ´ah, mira qué bien´; pero si vos te caes no jugás más, y más en estos tiempos, como es el futbol que hay que correr, que hay que estar bien físicamente, que el gimnasio, que la preparación, etc. Hay muchas cosas que a lo mejor el jugador, o los jugadores, algunos, no se alimentan bien, o que no duermen bien, o que tienen un bebé y se despertó a la madrugada, no es fácil, es complicado”. 

Recién decías que pasaste por varios puestos en el club. ¿En este rol te sentís cómodo? 

SG: “Sí. Yo acá en el club hago de todo, y no lo digo por presumir. Pongo la red para los partidos, pongo los banderines, al otro día saco la red, la guardo, he cortado el pasto con el tractor, he regado a la cancha, he hecho de todo, lo único que no hice, hasta ahora, fue ser Presidente (risas). Si tengo que baldear…baldeo, si tengo que limpiar las duchas, las limpio, si tengo que preparar los tachos para el hielo, los preparo. A veces a los clubes que voy hay dos o tres utileros, hay dos en la utilería en los vestuarios y uno en el campo con el cuerpo técnico. Yo estoy muy bien acá, y con Marcos que me ayuda un montón”.  

Vos sos un símbo del club...Uno pasa en los entrenamientos o en los partidos y ´todo el mundo´ te saluda o te dice algo. ¿Cómo sentis el vínculo con la gente?

SG: “Tengo una anécdota: cuando dejé de jugar, habrían pasado cinco años, y venía a la cancha, tardaba 40 minutos para llegar a la platea; ahora voy caminando y no me para nadie. Entonces un amigo mío me dijo, ¿sabés por qué?...porque todos los que te conocían a vos se murieron, y es una realidad, el tiempo pasa. Pero ando en la calle y todo el mundo me gritan ´Semilla´, me levantan la mano para saludar, porque saben, me conocen, pero la mayoría no me vio jugar. Algunos no saben quién soy. De los jóvenes, de los hinchas jóvenes no saben mi historia, y a cada uno no les voy a estar explicando cómo fue mi historia en el club. Como jugador arranqué los 12 años, en la cancha vieja, allá donde está la UOM, en séptima división. Salimos campeones invictos. En sexta también salimos campeones, y ahí salté a Primera, estaba por cumplir 17 años. (rememora). Fui el primer jugador que Douglass vendió a otro club. Lucini me compró en un millón de pesos, en el año ´73. De Lucini me fui a jugar a Junín, porque estaba en la colimba (Servicio Militar), jugué en Newberry, volví, jugué un año en Juventud, me volví a ir a Lucini, y en el 78 volvimos todos a Douglas, cuando se desarma Lucini; y ahí hasta el ´86 salimos campeones todos los años. Después, también, jugué en la selección de Pergamino. Si yo tuviera que empezar de cero, haría lo mismo que hice futbolísticamente. Muchos te dicen, por qué no te fuiste a jugar a Buenos Aires...Tuve posibilidades, pero yo siempre digo que el destino y Dios te ponen en un lugar, y en ese lugar tenés que tratar de ser feliz. A mí me tocó un Pergamino, otros tuvieron la suerte de ir a Buenos Aires, pudieron jugar en Primera. Yo no me arrepiento de nada, feliz de lo que me tocó, a nivel de juego, a nivel de compañeros, de amigos…Mirá que nosotros, los jugadores del ´86,  todavía nos juntamos. Somos 20, 22, con canas, otro pelado, otro panzón...nos reímos y contamos anécdotas y chistes. Eso es lo que te deja el fútbol, los amigos”. 

Recién pensaba en esto de "conocerle las mañas a los jugadores". Tenés un plus con los entrenadores también, ¿no?, al haber estado en el banco como ayudante...

SG: “Siempre digo: los cuerpos técnicos juegan sin arco, porque perdes tres partidos, cuatro o te vas o te echan. Vos fijate el ejemplo de Demichelli, lo echaron y ganó tres títulos en River. Es un trabajo con cadenas. Un ejemplo positivo es el de Scaloni, decían cómo va a agarrar la Selección si es que no dirigió en ningún lado y mirá dónde llegó. Eso es lo que tiene el fútbol, esos vaivenes, donde hoy estás arriba, mañana estás allá, vuelve arriba y otro día estás abajo. Como futbolista son 10, 12 años que hay que aprovechar. Yo le digo a los más grandes: mientras podés usar los cortos jugá….Alguno me dice: ´no, yo el año que viene no juego más´…Yo quiero jugar ahora y no puedo. Por eso les digo: después lo vas a extrañar. Haceme caso, jugá hasta que puedas”. 

Para terminar. ¿Si tuvieras que elegir dos fotos: una linda y una fea, que te tocó vivir en Douglas, ya sea como jugador, como utilero y otro cargo?

SG: “Una imagen linda fue el ascenso del ´86, porque la mayoría éramos de Pergamino y no teníamos idea de lo que era ser profesional. Pero teníamos un conductor que era Juan Echecopar, que él salió campeón del mundo, y él sabía lo que era, nosotros no. Él nos llevó por ese camino. Y por eso está este estadio. El 14 de junio del ´86 se abrió esta fábrica del profesionalismo, que hasta ahora sigue vigente, y ojalá que no pare nunca. Porque antes nosotros jugábamos la local y regional. Y una imagen fea…la verdad que no tuve, no tengo para decirte que me tocó esto feo. Jugué 16 años en Primera y salí 15 años campeón. Y de los 15 campeonatos no tengo una camiseta, porque siempre la regalaba. Dios me dio esa felicidad. La vida me puso acá, y acá estoy feliz”.

"Semilla" cierra la nota visiblemente emocionado. No solo abrió las puertas de ese vestuario y de la utilería, que es para pocos, que es entrar a las fibras íntimas de un equipo, sino también abrió su corazón y sus recuerdos, que están teñidos, sin dudas, de rojo y negro.  

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