A Europa le cuesta 800.000 millones de euros la carrera armamentística iniciada para fortalecerse ante las políticas de Estados Unidos y la situación generada en torno a la guerra que libran Ucrania y Rusia. Pero el éxito de esta determinación, según especifica el diario El País de España, reside en la voluntad política de las capitales para sacarlo adelante, porque 650.000 millones de ese proyecto deben salir de los presupuestos nacionales. Y el paso que va a dar Alemania de levantar sus límites constitucionales a la deuda pública para financiar proyectos de defensa e infraestructuras supone todo un espaldarazo a ese planteamiento de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Porque Berlín da ese paso, principalmente, para revitalizar una economía en retroceso desde que Rusia invadió Ucrania. Pero, de paso, en ese proyecto también va a lanzar el gran rearme alemán.
Que sea Alemania la que se aventura a dejar atrás su tradicional austeridad y el equilibrio de las cuentas públicas para respaldar este proyecto da una clara señal de respaldo a Bruselas. El apoyo resulta simbólico y, desde luego, más efectivo que el que se ha producido esta semana en el Parlamento Europeo, cuando los eurodiputados respaldaron el programa que la Comisión había presentado a comienzos de mes. En este contexto, el Instituto para la Economía Mundial alemán, un centro de análisis económico ubicado en Kiel (Schleswig-Holstein), pronosticaba que el déficit público alemán superará el 3% del PIB el año que viene. Y preveía que la deuda subirá en casi tres puntos entre 2023 y 2026, hasta una cantidad equivalente al 65,4%.
“Para tiempos extraordinarios, es posible tener medidas extraordinarias”, justifica la presidenta de la Comisión. Y a este catecismo se han acogido en Berlín, pasando de ser los máximos apóstoles del rigor fiscal a predicar las bondades de la deuda pública.
También es probable que la forma en que Alemania va a financiar su rearme marque la línea prioritaria en la UE: la deuda pública —no el recorte de gasto—, al menos a corto plazo. Ya se apreciaba esto en los planes fiscales que tuvieron que presentar los Estados miembros el pasado otoño. Ya antes del terremoto geopolítico que ha provocado el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, los países que apostaban por aumentar significativamente su gasto en defensa ya preveían que su endeudamiento iba a crecer en los próximos dos o tres años. Polonia, Estonia, Letonia, Finlandia o Suecia, países muy próximos a la frontera con Rusia, ya dejaban claro hace meses que esa era la opción prioritaria.
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