Hacia un mundo repartido entre tres
Internacionales
OPINION

Hacia un mundo repartido entre tres

Tanto en el orden local como en el internacional, los Estados Unidos que conocimos están dejando de ser, precisamente, tal y como los conocimos. La democracia liberal y los “contrapoderes” que la garantizaban dan paso a la democracia “iliberal” donde quien gana la elección dispone de todo.

Pasa a ser dueño del Estado. La justicia, la policía, la función pública, las fuerzas armadas, la universidad, todo le pertenece. También las relaciones internacionales.

Si en política interior los cambios son profundos, en política internacional son brutales. Es que, bajo el mandato Trump, los Estados Unidos abandonan el orden creado y defendido desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y empujan, en su reemplazo, una convivencia entre tres potencias.

Se trata de las tres potencias que exhiben liderazgos fuertes, aunque con distintos grados de autoritarismo. Son ellos, la dictadura del chino Xi Jinping, la autocracia del ruso Vladimir Putin y la democracia “iliberal” del norteamericano Donald Trump.

Entonces: reparto del mundo. Sí, también hubo reparto del mundo poco tiempo después de 1945, pero fue entre rivales ideológicos: Estados Unidos y Rusia. Ahora es entre amigos y colegas.

Claro que puede haber intereses encontrados como ocurre con los aranceles a las exportaciones chinas a los Estados Unidos y la correspondiente respuesta. Pero, no contradice la visión del reparto entre tres zonas de influencia.

Para los Estados Unidos, América del Norte, América Central y el Caribe. El cambio de nombre, por decreto, del Golfo de México por Golfo de los Estados Unidos, es por demás elocuente.

Sudamérica no parece interesar. La excepción puede ser Venezuela, cuyo autócrata, Nicolás Maduro, pasó a hablar de relaciones “respetuosas” tras la visita de un enviado especial del presidente Trump, el único, hasta el momento, por acercarse a las tierras del sur. ¿Olor a petróleo?

Para Rusia, el territorio de los viejos imperios zarista y soviético. Se trate del Cáucaso -Armenia, Azerbaiyán, Georgia-, o de la zona oriental europea, la ambición de Vladimir Putin recibió un espaldarazo de magnitud.

Quedan zonas grises como los países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania- o Moldavia. Y están los integrantes del ex Pacto de Varsovia. Polonia, República Checa, Rumania, Bulgaria y los correspondientes a la ex Yugoslavia menos Serbia, todos europeístas. ¿Trump los entregará? Hungría y Eslovaquia, ya son pro Moscú.

Tanto Polonia como República Checa cuentan con armamento “táctico” norteamericano. ¿Trump lo retirará como garantía de buena fe para Rusia?

Por último, el oriente para China. ¿Significa la entrega de Taiwán? ¿Cómo deben leer esta nueva realidad Japón y Corea del Sur? Australia acaba de denunciar la amplitud de unas maniobras militares chinas. ¿Cuál será el rol de la India del autoritario primer ministro Narendra Modi, visitante reciente de la Casa Blanca?

Ucrania

El nuevo reparto del mundo debe, necesariamente, acabar con la guerra de Ucrania. Dicho de otra manera, debe someter a Ucrania a los dictados del agresor ruso.

Para Trump -y para Putin, claro- la paz significa la capitulación lisa y llana de Ucrania. La aceptación de la pérdida de Crimea en 2014 y la de la totalidad del Donbas, ahora.

Trump pone de manifiesto su manipulación de la realidad para justificar la entrega. Llama dictador al presidente ucraniano Volodymyr Zelenski y, sin pudor alguno, culpabiliza a Ucrania por la invasión rusa. Además, amenaza.  

La verdad es que el Parlamento ucraniano suspendió las elecciones por el estado de guerra que hace imposible organizarlas y que la invasión fue ordenada por Putin. A todas luces, Rusia es el país agresor.

La “rabieta” de Trump se produjo después que Zelenski negó la entrega de “tierras raras” -minerales estratégicos- que el norteamericano reclamó como compensación por la ayuda durante los tres años de guerra. Ayuda que corresponde al gobierno de Joe Biden.

A tomar nota. Lo de Trump va más allá de la etapa de la post verdad que deformaba la verdad a gusto y placer de quién la empleaba. Ahora, queda superada por la deformación y la mentira como metodología de acción política.

Multilateralidad

Para concretar un mundo donde solo deciden tres, queda un escollo a superar. No muy fuerte, pero escollo al fin: la Unión Europea. Primero, y tal como el propio Trump se los dice, los europeos deben aumentar sus gastos en defensa. Estados Unidos no solo no los cuida más, sino que cambió de bando.

En simultáneo debe decidir si van a proteger a Ucrania y qué abarca esa protección. ¿Interpondrán tropas? ¿Solo para disuadir? ¿O para luchar? ¿Qué van a hacer frente al probable rechazo del húngaro Viktor Orban y del eslovaco Robert Fico, los amigos de Putin?

Para Trump y para Putin, queda claro que la Unión Europea es un enemigo. No porque quisiera serlo, sino porque no tiene espacio en este “menage à trois”. Y, sobre todo, porque es el refugio de la democracia liberal en retirada.

De allí el entusiasmo en apoyar a los partidos de extrema derecha por toda Europa y, particularmente, en Alemania. Inmigración, diversidad, Estado, clima y Ucrania son ítems sobre los que el autoritarismo hace campaña. No parece irle mal.

Un camino que algunos observadores argumentan como válido es el de la “real politik”. Aquel que dice que Europa, para sobrevivir, debe unirse con uno de los tres socios del reparto del mundo. Debe darle vuelta para cambiar el reparto.

En tal sentido, indican a la dictadura -no la llama así, claro- china. Con la eventual entrega de Ucrania y con manos libres en África, Estados Unidos alinea a Rusia y pero China queda en el aire. Europa estaría en condiciones de acercársele.

Tardará menos, tardará más, pero parece cierto que Trump tiene en sus manos la suerte del multilateralismo. El ejemplo más fuerte es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ¿Cuánto tardará Estados Unidos en salir de lo que fuese la piedra angular de la defensa del mundo libre? Seguramente, no mucho.

¿Y de las Naciones Unidas? Comenzará por desfinanciar las agencias. Ya empezó por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Seguirá por todo lo vinculado al clima. Y así sucesivamente hasta la Asamblea General y ¿el Consejo de Seguridad?

Un mundo sin Naciones Unidas o con Naciones Unidas devaluadas no parece quitar el sueño a nadie. No hay campaña electoral en cualquiera de los continentes donde algún candidato o partido político planteé el tema.

Salta a la vista su ineficiencia en la resolución de conflictos. Pero, sin duda alguna, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho a veto, fue el comenzó del fin para la Organización.

Tal vez la historia diga lo contrario. Tal vez resulten los Estados Unidos de Trump quienes acaparen la titularidad del final de la ONU. Pero el golpe letal fue la invasión rusa de Ucrania.