Corea del Sur, Siria y Georgia: una revolución delirante, una moderación inesperada y una elección cuestionada
De momento, los rasgos que evidencia el nuevo régimen sirio del grupo islamista Hayat Tahrir Al-Cham (HTC) son los de la disipación de la desconfianza por parte de la sociedad y por parte de la comunidad internacional.
El diputado opositor Park Jie-wong -apellido escrito por delante- sentenció: “no debemos, siquiera por un instante, dejar el comando de las fuerzas armadas entre las manos de un loco”.
Se refería así al presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, quién acaba de ser destituido por una mayoría agravada en el Parlamento surcoreano. Del total de 300 legisladores, 204 votaron por la destitución. Entre ellos, varios oficialistas.
¿Qué hizo el señor Yoon? Pues, sencillamente, planeó y orquestó un golpe de Estado institucional. Para ello, involucró a varios jefes militares y decretó la vigencia de la ley marcial a fin de suspender las garantías constitucionales.
Aun no se conoce muy bien cómo ocurrió, pero algunos jefes militares, arrepentidos a último momento, confesaron que los preparativos del golpe, que Yoon intentó llevar a cabo el 03 de diciembre pasado, comenzaron en julio del 2023.
El presidente siempre puso de manifiesto un anticomunismo virulento, en particular frente a la vecina y “enemiga” Corea del Norte.
Desafía cualquier lógica imaginar que, en todo ese tiempo, los servicios de inteligencia extranjeros, en particular la CIA -la inteligencia estadounidense- no fueron capaces de detectar el golpe en ciernes.
Como fuese, solo el arrepentimiento de última hora de militares y policías, posiblemente inducido por la diplomacia norteamericana, hizo fracasar el intento.
¿Hasta donde llegaban los planes pergeñados por el presidente? Hasta muy lejos. Mediante la movilización del servicio de inteligencia del Estado Mayor del Ejército, debían ser detenidas unas quince personalidades. Entre ellas, el jefe opositor Lee Jae-myung.
Pero también, el titular del partido oficialista Han Dong-hoon, para quien se reservaba un destino trágico: su asesinato. Llevado a cabo de forma tal para inculpar por el crimen a la dictadura norcoreana.
El delirio golpista llegaba hasta prever el homicidio de oficiales militares norteamericanos a fin de provocar un ataque militar de los Estados Unidos sobre Corea del Norte.
Ahora bien, ¿Qué impulsó al presidente Yoon a este punto de no retorno en la política surcoreana? Desde la matemática electoral, el muy escaso apoyo social que recibía su figura. Según encuestas, solo un 11 por ciento del electorado mantiene su confianza en el gobernante.
Sin embargo, los opositores prefieren sobresaltar, por encima de la mirada política, las características de la personalidad del presidente. Y aquí, cualquier parecido con la realidad en otras latitudes es mera casualidad.
Yoon pasó de procurador general a presidente, sin solución de continuidad. No hizo escalas. Todo o nada. Carácter arrogante. Designado procurador en 1994, a la edad de 34 años, se dedicó al enfrentamiento judicial con políticos y empresarios de renombre.
Con un programa “libertario” en materia económica y de endurecimiento con Corea del Norte, Yoon fue declarado candidato a presidente por el conservador Partido del Poder Popular. En 2022, gana las elecciones de justeza. Aventaja por solo 0,8 puntos al candidato opositor progresista.
Como cualquier aprendiz de autoritario, Yoon dirige ataques sintomáticos contra los medios de su país que no le son afectos. En las legislativas de medio término, el presidente queda decepcionado, imaginaba un voto a su favor. No fue así. Juntó a la extrema derecha, pero fue ampliamente superado por la oposición.
Razones: la estagnación de los salarios y la profundidad de las desigualdades sociales. También la incapacidad para luchar contra la inflación.
Por último, la vertiente religiosa. Fuerte apoyo de los predicadores, entre ellos, la nada democrática y nada comprometida con los derechos humanos Secta Moon y recurrencia al chamanismo para consultas sobre los pasos a seguir.
Unas consultas que no fueron respondidas con celo. Ahora, el presidente Yoon enfrenta una posible destitución, un eventual juicio por traición a la patria y hasta una sentencia capital.
Siria: algarabía y desconfianza
De momento, los rasgos que evidencia el nuevo régimen sirio del grupo islamista Hayat Tahrir Al-Cham (HTC) son los de la disipación de la desconfianza por parte de la sociedad y por parte de la comunidad internacional.
Por allí debe inscribirse la designación de Mohammad Al-Bachir como nuevo primer ministro de la transición, ya veremos hacia dónde. Hasta ahora, Al-Bachir se desempeñaba como jefe del Ejecutivo en Idlib, la provincia que resistió los ataques de las tropas gubernamentales, del Hezbollah libanés y de la aviación rusa.
Las primeras fotos oficiales así lo pretenden. En una, se lo ve a Al-Bachir, de saco y corbata, presidiendo la primera reunión del nuevo gabinete. En otra, aparece el jefe del triunfante HTC, Ahmed Al-Charaa, concediendo un reportaje a una cadena internacional, vestido con un blazer azul. No con uniforme caqui, Ni con turbante islámico.
Es más, la barba del ex miembro de Al Qaeda y de Estado islámico decreció sensiblemente en largo y en intensidad. Y lo que es mucho más importante, de momento reina la paz en las calles. Sin venganzas a la vista.
Es un soplo de libertad en una sociedad particularmente sometida a la voluntad de un déspota de cartón-el fugado Bashar Al-Assad- cuya fuerza radicaba en los apoyos y las armas de otros déspotas como los ayatolas iraníes y el autócrata ruso Vladimir Putin.
De todas formas, no son pocos los problemas que deberá atender el nuevo gobierno. De seguridad, con una eventual recomposición de Estado Islámico. De sociedad, con el espacio de las minorías: kurdos, chiítas, alauitas, drusos y cristianos.
De relaciones con los vecinos, Turquía, Israel y las monarquías árabes del Golfo y con los aliados de Al-Assad, Irán y Rusia. De retorno de la inmigración que huyó de la dictadura. De reconstrucción de un país exangüe.
Georgia: el avance de los peones de Putin.
Se llama Mikhail Kavelachvili. Fue futbolista profesional. Es el nuevo presidente electo de Georgia. Es de ideología de extrema derecha. Responde a la directiva de Sueño Georgiano, el partido funcional al autócrata del Kremlim, Vladimir Putin.
El 26 de octubre pasado, Sueño Georgiano ganó las elecciones legislativas. Una victoria que cuestionan los pro europeos, los observadores internacionales y la actual presidente del país Salomé Zurabichvili, por fraude electoral.
Desde entonces, el partido pro ruso se lanzó a la caza de la presidencia protocolar del país y, mucho más importante, pospuso hasta el 2028, el proceso de integración a la Unión Europea.
Pese al frío reinante, desde hace dos semanas, miles de georgianos salen, por la noche, a las calles de la capital Tbilissi para mostrar su desacuerdo con el gobierno, que reprime con violencia no excesiva.
Para Putin, Georgia es solo un peón más que debe caer rendido ante su sueño imperial de retornar al Imperio Zarista y a la Unión Soviética. Con un aliciente más, el zar rojo que sometió por más tiempo a los ciudadanos soviéticos era georgiano,
Se llamaba Iosef Dzugashvili. Stalin.