Las oleadas de explosiones activadas de forma remota que alcanzaron los bíperes y walkie-talkies que llevaban los miembros de Hezbolá en tiendas de comestibles, en las calles y en un funeral esta semana constituyeron un espectáculo inquietante e impactante.
Los analistas señalaron que Hezbolá podrá reagruparse militarmente y encontrar soluciones de comunicación tras el atentado, pero es probable que los efectos psicológicos sean profundos. Las explosiones -de las que se ha culpado ampliamente a Israel, que no confirmó ni desmintió su implicación- mataron al menos a 37 personas, entre ellas dos niños, hirieron a más de 3.000 y perturbaron profundamente incluso a libaneses no afiliados a Hezbolá.
Las detonaciones afectaron a trabajadores de las instituciones civiles de Hezbolá, incluidas sus operaciones sanitarias y de medios de comunicación, así como a combatientes, asestando un duro golpe a las operaciones del grupo militante más allá del campo de batalla.
Los ataques también pusieron de manifiesto los puntos débiles del sistema de comunicaciones de baja tecnología al que había recurrido el grupo en un intento de evitar la vigilancia israelí de los teléfonos celulares. El general retirado del ejército libanés Elias Hanna describió los ataques como el “Pearl Harbor o el 11-S de Hezbolá”.
Mohanad Hage Ali, investigador del centro de estudios Carnegie Middle East Center que estudia a Hezbolá, afirmó que, dado que las explosiones afectaron a personas de todas las instituciones del grupo, el atentado fue “como una espada en las tripas de la organización”. Cientos de personas resultaron gravemente heridas, entre ellas muchas que perdieron ojos o manos. “Se necesitará tiempo para curar y reemplazar a quienes fueron blanco del atentado”, afirmó.
Pero Hage Ali y otros analistas coincidieron en que la pérdida de efectivos no es un golpe demoledor. El líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, ha afirmado que el grupo cuenta con más de 100.000 combatientes, lo que significa que fuera, sólo habría dejado fuera de combate a un pequeño porcentaje de sus militantes, incluso si todos los heridos y muertos fueran combatientes.
Qassim Qassir, analista libanés cercano a Hezbolá, señaló que las detonaciones alcanzaron en realidad sobre todo a trabajadores civiles del grupo y no a militares o funcionarios de seguridad, lo que ha permitido a éste contener las repercusiones en su esfuerzo bélico.
Hezbolá, la fuerza armada más poderosa de Líbano, ha intercambiado ataques con el ejército israelí casi a diario desde el 8 de octubre, el día después de que un mortífero asalto dirigido por el grupo Hamás en el sur de Israel desencadenara una contraofensiva israelí masiva y la actual guerra en la Franja de Gaza. Desde entonces, cientos de personas han muerto en ataques en Líbano y docenas en Israel, mientras que decenas de miles a cada lado de la frontera se han visto desplazadas. Hezbolá afirmó que sus ataques son en apoyo de su aliado Hamás y que cesarán si se aplica un cese del fuego en Gaza.
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