¿Por qué, Netanyahu?: la bronca en Israel por los rehenes
“Bibi” llegó al poder de la mano de los partidos ultraortodoxos y de extrema derecha. Ahora está en el ojo del huracán, acusado de boicotear un acuerdo con Hamás.
Un grupo que representa a las familias de los rehenes tomados por Hamás y llevados a la Franja de Gaza exigió ayer que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu deje de usar un pin amarillo, símbolo global de solidaridad con los rehenes.
“Deje de crear la falsa impresión de apoyo y de esforzarse por regresar a los rehenes cuando en realidad está haciendo todo para frustrar el acuerdo”, señaló el grupo, el foro de Rehenes y Familias Desaparecidas, en un comunicado.
La exigencia se produce en momentos en los que las protestas sacuden a Israel por la reciente recuperación de seis cadáveres de rehenes de Gaza, quienes, según las fuerzas militares, fueron baleados por sus captores cuando las fuerzas israelíes se acercaban al túnel en el que estaban retenidos, entre el jueves y viernes de la semana pasada.
La noticia ha intensificado los llamamientos para que Netanyahu acepte inmediatamente un acuerdo que libere a algunos de los rehenes que permanecen en la franja a cambio de prisioneros palestinos y una pausa en los combates. Netanyahu quiere mantener la presencia de tropas israelíes a lo largo de un corredor clave dentro de Gaza, una exigencia a la que Hamás se ha negado y que, según las familias de los rehenes, está haciendo descarrilar las negociaciones.
“Bibi” Netanyahu volvió al poder en diciembre de 2022. Por tercera vez desde 1996, el líder del conservador partido Likud, tuvo que negociar para poder gobernar. Y se alió a los ultraortodoxos y la extrema derecha. Para llegar a estas alianzas, Netanyahu firmó acuerdos con estos partidos que incluían el reparto de ciertos cargos como, por ejemplo, el de ministro de Seguridad Nacional para Itamar Ben Gvir.
La composición del actual gobierno ha generado una fuerte controversia, tanto dentro de Israel como en la comunidad internacional. Estos partidos incluyen entre sus miembros a diputados abiertamente racistas antiárabes y homófobos.
Ayer, el ministro Ben Gvir reiteró que boicoteará cualquier pacto de cese el fuego con el grupo islamista Hamás, pese a la creciente presión global y de las familias de los rehenes que siguen cautivos en Gaza. “Trabajando para detener las negociaciones con Hamás”, escribió el ministro colono y antiárabe en su cuenta de la red social X, mientras Israel transcurrió su cuarto día consecutivo de manifestaciones en demanda de una tregua con el grupo islamista que permita la liberación de los 97 rehenes que siguen cautivos en Gaza, de los cuales al menos una treintena habrían muerto.
Simpatizante del supremacismo judío, Ben Gvir abogó en su mensaje por “detener el suministro de combustible y electricidad” a la devastada Franja de Gaza, donde los casi 11 meses de guerra han dejado más de 40.800 muertos, unos 94.300 heridos, más de 10.000 desaparecidos y 1,9 millones de desplazados (casi el total de la población) en medio de una crisis humanitaria sin precedentes.
Esta es la realidad política que está viviendo hoy Israel. Pero puede decirse que, no obstante, es un país de tradición socialista. De hecho, el Partido Laborista (centroizquierda, de donde salieron primeros ministros como Ben Gurion, Golda Meir, Isaac Rabin o Shimon Peres) fue la fuerza política que lideró el país en las primeras décadas desde la creación del Estado, aunque ha ido perdiendo fuerza en las últimas décadas de dominio del Likud de Netanyahu, hasta quedar reducido a un partido menor.
En este marco y ante la posibilidad de que debido a la creciente impopularidad de Netanyahu, las elecciones (que deberían celebrarse en 2026) se adelanten, los dos principales partidos de izquierda de Israel, los Laboristas y Meretz, anunciaron su fusión hace poco más de dos meses bajo una nueva formación, los Demócratas, que se define como un partido “grande y unido, sionista liberal y democrático”, para revitalizar la izquierda de cara a los próximos comicios.