JERUSALÉN
La guerra entre Israel y Hamás en Gaza cumplió ayer diez meses sin visos de acabar y bajo el espectro de la apertura de otros frentes tras el asesinato en Irán del jefe del movimiento islamista palestino y del comandante del Hezbolá libanés en Beirut.
Hamás nombró a su dirigente en Gaza, Yahya Sinwar, para reemplazar como jefe del movimiento a Ismail Haniyeh, asesinado el 31 de julio en Teherán. El atentado no fue reivindicado, pero Irán y Hamás lo imputan a Israel y prometieron vengarlo.
Israel acusa a Sinwar, de 61 años, de ser uno de los cerebros del mortífero ataque lanzado el 7 de octubre por Hamás en territorio israelí, que desencadenó la guerra. Sinwar no aparece en público desde ese día.
El canciller israelí, Israel Katz, consideró que el nombramiento de Sinwar como jefe de Hamás “es una razón más para eliminarlo rápidamente y borrar del mapa a esta despreciable organización”, catalogada como terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea e Israel.
Horas antes del asesinato de Haniyeh, un bombardeo, reivindicado por Israel, mató en un suburbio de Beirut a Fuad Shukr, el comandante militar del movimiento islamista Hezbolá, aliado de Hamás y respaldado por Irán. Los dos atentados pusieron al rojo vivo a la región y amenazan con extender el conflicto de Gaza, que ha ha dejado casi 40.000 muertos en el estrecho territorio palestino, de 2,4 millones de habitantes.
CONTACTOS DIPLOMÁTICOS
Hezbolá e Irán están “obligados a tomar represalias”, declaró el martes Hasán Nasrallah, jefe del movimiento armado libanés.
Ante el riesgo de que se extienda la guerra, la comunidad internacional trabaja contrarreloj para intentar calmar la situación y relanzar las negociaciones con vistas a un alto el fuego y la liberación de los rehenes retenidos en Gaza.
Los contactos diplomáticos se multiplican, especialmente entre los países mediadores en el conflicto en Gaza: Estados Unidos, Qatar y Egipto.
Antony Blinken, jefe de la diplomacia de Estados Unidos -principal aliado de Israel-, pidió por primera vez públicamente a Irán e Israel que eviten una “escalada” militar.
En la Franja de Gaza, algunos habitantes se mostraban pesimistas tras el nombramiento de Sinwar, que supuestamente vive en el territorio palestino, a diferencia de Haniyeh, que estaba afincado en Qatar.
“Es un combatiente ¿cómo podrán desarrollarse las negociaciones?”, declaró Mohamed al Sharif, un palestino. Otro gazatí, Hani al Qani, espera sin embargo “que esto acelere el final de la guerra, ya que Sinwar vive en la Franja de Gaza, entre la población asediada”.
El ejército israelí declaró ayer que prosigue sus operaciones en el centro del territorio y aseguró haber “eliminado a numerosos terroristas”.
La guerra estalló el 7 de octubre, cuando milicianos islamistas mataron a 1.198 personas, en su mayoría civiles, en el sur de Israel, según un balance basado en datos oficiales israelíes. Entre los muertos había más de 300 militares.
También tomaron 251 rehenes, de los cuales 111 siguen secuestrados en Gaza aunque 39 de ellos habrían muerto, según el ejército israelí.
La ofensiva israelí en Gaza ha dejado hasta ahora 39.677 muertos, según el Ministerio de Salud de este territorio gobernado por Hamás desde 2007, que no detalla el número de civiles y combatientes muertos.
Israel lleva casi una semana en alerta, a la espera de la prometida respuesta de Irán y sus aliados.
También reina la tensión en Líbano, donde aviones militares israelíes rompieron de nuevo ayer la barrera del sonido sobre Beirut.
En el suburbio del sur de la capital donde Israel mató a Shukr, los habitantes tratan de huir de esta zona densamente poblada y bastión del movimiento libanés, pero los precios de los departamentos en zonas más seguras se dispararon.
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