TEL AVIV
Miles de personas se congregaron ayer en Tel Aviv para conmemorar el quinto cumpleaños de Ariel Bibas, un niño israelí de origen argentino que está secuestrado en Gaza desde hace casi diez meses, y exigen la liberación de los rehenes que siguen cautivos.
Ariel y su hermano Kfir, entonces un bebé, fueron secuestrados junto con sus padres Yarden y Shiri de su hogar en el kibutz de Nir Oz, cerca de Gaza el 7 de octubre, cuando comandos del movimiento palestino Hamás lanzaron un asalto en el sur de Israel, que desencadenó la guerra en Gaza.
Algunos presentes en la marcha portaron gorras naranjas en referencia al tono pelirrojo del pelo de los menores.
Hamás afirmó en noviembre que los dos menores y su madre murieron en Gaza por un bombardeo israelí, lo que nunca fue confirmado por las autoridades israelíes.
“Es un día difícil para nosotros y esperamos poder cambiar esta realidad, en la que dos niños siguen cautivos en Gaza”, afirmó Eli Bibas, el abuelo de los menores.
Algunos participantes portaron pancartas con el rostro de Ariel Bibas con el mensaje “queremos un acuerdo ahora”, en referencia a las negociaciones para un alto el fuego en Gaza que incluye una liberación de rehenes.
Las imágenes difundidas por Hamás en octubre que muestran a Shiri Bibas con sus dos hijos en los brazos mientras fue secuestrada se convirtió en un símbolo del ataque del 7 de octubre en el sur de Israel causó la muerte de 1.197 personas, la mayoría civiles, según un recuento sobre datos oficiales israelíes.
Los combatientes islamistas tomaron 251 rehenes, de los cuales 111 siguen secuestrados en Gaza aunque 39 de ellos están muertos según el ejército israelí. Kfir Bibas es el menor de los rehenes y junto con su hermano son los únicos niños que siguen secuestrados.
La ofensiva de Israel en Gaza ha dejado más de 39.000 muertos, según datos del Ministerio de Salud de Gaza, un territorio gobernado por Hamás desde 2007.
En este marco, las maniobras diplomáticas para intentar evitar una escalada militar en Medio Oriente entre Irán y sus aliados, por un lado, e Israel, por otro, se intensificaron ayer, en un momento en que muchos países piden a sus ciudadanos que abandonan el Líbano.
SIN VISOS DE TREGUA CERCANA
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aseguró el domingo que su país está dispuesto a enfrentarse a “Irán y sus secuencias en todos los frentes”. “Cualquiera que mate a nuestros ciudadanos o perjudique a nuestro país (...) pagará un precio muy alto”, advirtió.
Ayer, el ejército israelí anunció la llegada a su territorio del jefe del Mando Central de Estados Unidos para Medio Oriente (Centcom), el general Erik Kurilla, para evaluar la situación de seguridad. Un emisario ruso, el exministro de Defensa Serguéi Shoigú, llegó a Teherán.
Irán, el movimiento islamista palestino Hamás y el Hezbolá libanés atribuyeron a Israel la muerte el miércoles pasado del líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, asesinado en su residencia de Teherán.
El día anterior, Israel había reivindicado un ataque que mató al jefe militar de Hezbolá, Fuad Shukr, cerca de Beirut.
Israel no hizo comentarios sobre la muerte de Haniyeh, pero prometió destruir a Hamás tras el ataque sin precedentes efectuado por este movimiento en su territorio el 7 de octubre, que desencadenó la devastadora guerra de Gaza.
Desde entonces, el Hezbolá y los rebeldes hutíes de Yemen, que junto con Hamás y grupos armados iraquíes forman lo que Irán denomina el “eje de la resistencia”, abrieron nuevos frentes contra Israel.
Pero los asesinatos de la semana pasada fueron llevados al líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, a decir que Israel había cruzado las “líneas rojas”. El líder supremo de Irán, Alí Jamenei, amenazó con un “severo castigo”.
“Irán tiene legalmente el derecho de castigar” a Israel, insistieron ayer las autoridades iraníes.
Ante el riesgo de una conflagración regional, el presidente estadounidense, Joe Biden, convocó al Consejo de Seguridad Nacional para analizar la crisis en Medio Oriente.
Compartir