En una iglesia de Moscú iluminada con velas, los dolientes permanecieron en silencio ayer alrededor del féretro del fallecido opositor ruso Alexéi Navalny y miles de personas le rindieron un homenaje en el exterior.
Dos semanas después de su muerte en una prisión del Ártico, la familia de Navalny pudo por fin despedirse de él.
El discreto templo ortodoxo, situado en un tranquilo suburbio de Moscú, estaba completo y muchos se quedaron fuera.
El cuerpo de Navalny yacía en un ataúd, con el rostro céreo y demacrado. Cuando terminó el breve servicio fúnebre, el ataúd se cerró inmediatamente, mientras muchos gritaban: “¡Déjenme despedirme, no lo cierren!”.
Afuera, una corriente de manifestantes desafiantes, empezó a reunirse a primera hora del día. Muchos lloraban, sosteniendo flores, y otros aplaudían. Hasta que fuera del cementerio donde fue enterrado, algunos comenzaron a gritar: “¡No te olvidaremos!” y “¡Perdonanos!”. Y a ellos se fueron sumando otras tantos.
El adiós a una oportunidad de cambio
Su muerte en una colonia penitenciaria de alta seguridad sobre el Círculo Polar Ártico desató la desesperación entre sus partidarios, muchos de ellos jóvenes rusos que veían en Navalny su mejor oportunidad para el cambio.
Pero esa desesperación se convirtió en desafío ayer, a pesar de la fuerte presencia policial y la preocupación por las detenciones.
“La gente como él no debería morir”, dijo Anna, mientras una gran cola de miles de personas comenzaba a serpentear las calles camino a la iglesia.
“Honesto. Con principios. Dispuesto a jugarse el todo por el todo. Llegó hasta el final”, añadió.
El último héroe
Muchos de los asistentes filmaban con sus teléfonos celulares, una escena que recordaba a los mítines que Navalny organizó en la capital apenas una década antes.
“Es una forma de que la gente despierte y no se quede callada”, dijo Maxim, médico de 37 años.
Desde que el Kremlin lanzó su intervención militar a gran escala en Ucrania hace poco más de dos años, la disidencia pública es escasa.
Se pudieron ver decenas de vehículos y agentes de policía patrullando por el perímetro de la iglesia y el cementerio de Borisovo, que estaba rodeado de barreras metálicas.
El Kremlin, que niega toda implicación en la muerte del opositor, advirtió contra las protestas “no autorizadas” en torno al funeral.
Algunos de los asistentes se mostraron temerosos. La mayoría dijo que simplemente estaban allí para presentar sus respetos.
“Necesitaba estar aquí. Si no lo hacía no me lo perdonaría”, declaró Alena, arqueóloga de 22 años.
“Me preguntaron: ‘¿por qué hacés esto?. La idea está muerta’. Pero la idea no está muerta. El hombre está muerto, pero la idea seguirá viva gracias a los que estamos aquí”, agregó.
Navalny, abogado de formación, aprovechó el cansancio con la política rusa y la corrupción percibida para galvanizar a millones de seguidores.
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