Mientras la Franja de Gaza sufría uno de los bombardeos más mortíferos, el primer ministro Benjamín Netanyahu se enfrentaba a las presiones de la cúpula militar israelí para lanzar ya la invasión terrestre y a la petición de Estados Unidos para que retrase dicha incursión.
La prioridad de la Administración Biden es dar tiempo a las negociaciones para liberar a los rehenes en manos de Hamás y permitir la llegada de más ayuda a los gazatíes, según fuentes oficiales estadounidenses recogidas por The New York Times. Pero, sobre todo, necesita más tiempo para prepararse para los previsibles ataques a intereses estadounidenses en Oriente Medio por parte de grupos respaldados por Irán. Como el ataque de este lunes contra tres bases con presencia de tropas de EE. UU. en el este de Siria, en la frontera iraquí, a manos de la Resistencia Islámica en Irak, una amalgama de milicias proiraníes. Ante la información del diario neoyorquino, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, quiso aclarar que la Casa Blanca respetará las decisiones de Israel sobre cuándo y cómo llevará a cabo la invasión de Gaza.
La aclaración de EE. UU. tiene lugar en medio de las presiones de altos cargos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a Netanyahu para que dé luz verde a la invasión por tierra, alegando que los militares «están preparados».
El retraso de la operación está provocando fricciones en el gabinete de guerra israelí, lo que obligó a la oficina del primer ministro a salir al paso con un mensaje en la red social X señalando que existe «una confianza total y mutua» entre Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el jefe del Estado Mayor de las FDI, el teniente general Herzi Halevi.
Algunos medios informan de las tensiones entre Gallant y Halevi con Netanyahu. Todo, en un momento en que la confianza de los israelíes hacia su Gobierno se sitúa en el nivel más bajo de los últimos 20 años. Según un sondeo del Instituto de la Democracia de Israel, tan solo un 20,5% de los encuestados siguen confiando en Netanyahu para gestionar la crisis.
En medio de las divergencias sobre el momento de llevar a cabo la operación terrestre, la Franja vivió un día negro con, al menos, 436 gazatíes muertos, según el Ministerio de Salud, controlado por Hamás, lo que eleva la cifra en estos 16 días de guerra a 5087, entre ellos 2055 niños y 1119 mujeres.
La única buena noticia para los gazatíes fue la entrada por el cruce egipcio de Rafah de un tercer convoy de veinte camiones con suministros médicos, alimentos y agua, pero sin el preciado combustible que demandan los hospitales para atender a los miles de heridos.
El Ejército israelí lleva una semana concentrando tropas en la frontera con la Franja, además de lanzar incursiones terrestres en busca de información sobre dónde están retenidos los rehenes y dónde se localizan los centros neurálgicos de Hamás y los túneles que recorren el enclave. Según el canal Al Yazira, el domingo se produjeron choques entre milicianos de Hamás y soldados israelíes cerca de Jan Yunis.
Mientras, el temor a una extensión de la guerra se aviva. El sur del Líbano vive el momento de mayor tensión desde la guerra del 2006, con el fuego cruzado entre las fuerzas israelíes y la milicia chií, que deja casi 20.000 deslazados en esa zona. Netanyahu advirtió al Gobierno libanés del riesgo de apoyar a Hezbolá, después de ordenar el domingo el bombardeo de dos aeropuertos de Siria.
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