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Vaticano: el papado de Francisco entre reformar y resistencias
NOTA DE OPINIÓN

Vaticano: el papado de Francisco entre reformar y resistencias

Luis Domenianni analiza la gestión del Papa a lo largo de los años. Ucrania, financiamiento, casos de abusos y el futuro.

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Con sonrisas, el Papa Francisco recibió, el 13 de mayo de 2023, al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Fue un gesto que demoró más de un año en ser acometido. Hablaron, claro, de la situación social, en particular, la de la niñez como consecuencia de la invasión rusa.
Sin dudas, un papa no puede hablar de guerra como puede hacerlo cualquier otro mortal que dirige un estado. No es su rol.

No debe responder a aquel sarcasmo que pronunció el brutal dictador ruso-georgiano, Iosif Stalin, cuando en Yalta, en 1945, alguien le sugirió tener en cuenta la opinión papal y Stalin respondió “¿Cuántas divisiones tiene el papa?”.

No por ello, y sin perder de vista el compromiso humanitario, Francisco “sacó el cuerpo a la jeringa” al abstenerse de condenar la invasión. Es más, en no mencionarla como tal. En colocar al mismo nivel, en aras de un difuso deseo de paz. a la Rusia del presidente Vladimir Putin con la Ucrania invadida del presidente Volodymyr Zelensky.

Fue en Hungría, durante el desplazamiento de Francisco a ese país entre el 28 y el 30 de abril, cuando el Papa no se privó de hablar de “una guerra insensata” y de fustigar “el infantilismo belicoso de Occidente”. Casi como si el libreto se lo hubiese escrito el propio Putin y corregido el presidente chino Xi Jinping.

El Papa no puede desconocer que el pacifismo que promueve avala la invasión, los bombardeos y las muertes provocadas por un país, Rusia, claramente el agresor, frente al combate heroico del pueblo ucraniano cuyo sacrificio no es otra cosa que una búsqueda de
paz, pero con justicia y dignidad.

¿En cuál arcón hurga Francisco para hablar del infantilismo belicoso de Occidente? ¿Es acaso Occidente el invasor? ¿Cuál es el territorio ruso invadido? ¿Por qué no condena Francisco la ocupación de Crimea y de parte de las regiones de Luhansk, de Donetsk, de Kherson, de
Mariupol? ¿Por qué no protesta frente a las muertes de civiles en toda Ucrania? ¿Por qué nada dice de la destrucción total que sufre la ciudad de Bakhmout?

Nadie puede imaginar que el Papa, de buena fe, acepta como válidas las mentiras que propaga el gobierno ruso. Quizás hasta debería denunciarlas si mantiene un compromiso sincero con la búsqueda de la verdad. Rusia no habla de invasión, claro, sino que a ella se refiere como “operación especial militar”, el Papa nada dice. Rusia habla de la camarilla “fascista” que, según Putin y compañía, gobierna Ucrania, el Papa calla. Rusia reprime con dureza y utiliza su justicia adicta para condenar a quienes osan oponerse a la guerra, el Papa los ignora.

La historia dejó en claro que el pacifismo es siempre un aliado –cuando menos de manera ingenua- para los grandes dictadores de la historia. Así ocurrió en el reparto de Checoslovaquia en 1938. También en la imposición de regímenes comunistas en toda Europa Oriental, en 1945, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Y vuelve a ocurrir ahora.

O, mejor dicho, ya ocurrió cuando el Ejército ruso, con Putin de presidente, invadió Georgia y amparó las independencias –no reconocidas por nadie- de Osetia del Norte y Abjasia. Ocurrió cuando la Transnistria moldava, se independizó de hecho con un gobierno pro ruso. Por todo ello, si el Papa Francisco quiere servir a la causa de la paz debería comenzar por servir a la causa de la verdad.

Finanzas

François de Labarre es un periodista que se desempeña como redactor en jefe de la publicación francesa tipo magazine “Paris-Match”. Pero, además, de Labarre es un periodista de investigación especializado en el Vaticano. O, más precisamente, en las finanzas de la Santa
Sede.

En abril del 2023, François de Labarre publicó un libro titulado “Vatican offshore. L’argent noir de l’Eglise”, “Vatican offshore. El dinero negro de la Iglesia”, donde afirma que “hasta años recientes, la transparencia era un tema tabú en el Vaticano”. En rigor, todo comenzó –según de Labarre- cuando el papa polaco Juan Pablo II decidió utilizar la banca privada del microestado –el Instituto para las Obras de Religión (IOR)- como fuente de financiamiento para la lucha contra el comunismo. Reclutó entonces una serie de “ejecutivos bancarios”. Algunos más, otros menos, recomendables.

Corrían los años 70. Una década después, la Mafia penetró el Instituto a los efectos de abrir cuentas anónimas con el objetivo de financiar campañas de políticos italianos que pretenden alcanzar candidaturas y puestos ministeriales, nacionales, regionales o locales. Obviamente
para influenciar y para comprar impunidad.

Como no podía ser de otra manera, comenzó a afluir el dinero del narcotráfico al punto que, en 2013, cuando Benedicto XVI renunció al papado, los Estados Unidos clasificaron al Vaticano en la lista “negra” de países susceptibles de servir de plataforma para el blanqueamiento de dinero proveniente de la droga.

De Labarre reconoce el esfuerzo del papa Francisco por mejorar la imagen de las finanzas vaticanas. Explica que, a tal efecto, una “armada” de “cuellos blancos” desembarcó en el Vaticano convocada por Francisco para intentar transparentar, al menos en parte, las finanzas de la Santa Sede.

Reconoce que el intento de transparencia comenzó con el antecesor de Francisco, el papa alemán Benedicto XVI, pero aclara que fue el sucesor argentino quién avanzó al prohibir la apertura de cuentas anónimas en el IOR, al condicionar sus inversiones del IOR al respeto de
criterios de ética y al nombrar un conocido juez anti mafia al frente del tribunal vaticano. Con todo, la transparencia está lejos de ser alcanzada como lo puso de manifiesto el informe de los abogados del controlador de las finanzas del IOR, Libero Milone, quién fue “misteriosamente empujado” hacia la renuncia en 2017. Dicho informe habla de financiamiento de políticos, de desvíos de fondos de la gendarmería vaticana, de blanqueos, de corrupción.

Se trata de una veintena de casos que formarán parte del proceso iniciado por el ex controlador Miloni en enero de 2023. Ninguno toca al papa Francisco, pero envuelven en sombras al pontificado.

La cuestión financiera y su lento avance, aunque avance al fin, solo forma una parte del proceso reformista encarado por Francisco. Algunas de esas reformas –menor o mayormente comprometidas- abarcan otros nueve temas cuyos resultados serán juzgados en el tiempo.

Descentralización y asambleísmo

Todo fue sorpresa. Primer papa jesuita, primer papa no europeo desde Gregorio III en el siglo VIII, y primer papa surgido del continente americano. Con escaso conocimiento de las cuestiones vaticanas y con un defectuoso empleo de la lengua italiana, el cardenal Jorge Mario
Bergoglio no daba la talla de sumo pontífice.

Según su biógrafo Frédéric Mounier, fue un discurso de 3 minutos 30 segundos, pronunciadopor Bergoglio durante la reunión de las “congregaciones generales” previas al cónclave, donde llamó a una iglesia descentralizada y fustigó a la institución “que se referencia a sí misma”, el que motivó un cerrado aplauso seguido de un silencio profundo.

Debía ser el papa del cambio. Y el cambio comenzó por los símbolos. Por ejemplo, la elección del nombre. A diferencia de sus antecesores que optaban nombres de apóstoles o de papas anteriores, Bergoglio eligió Francisco, “mero” nombre de un santo: San Francisco de Asís.,
Alguien que amó la naturaleza, vivió en la pobreza y juzgó a la iglesia como rígida y mundana. No fue, en cambio, sólo un símbolo, sino una política deliberada, la de la defensa y promoción constante de la “periferia”.

No solo de la que surge de la geografía política sino también de las existenciales. Las miserias como el mal, la injusticia, el dolor, la indiferencia religiosa, los enfrentamientos intelectuales y todas las demás miserias. Desde lo geográfico, Francisco y su consejo asesor el llamado C9, que solo cuenta con cuatro cardenales europeos, modificaron sustancialmente la proveniencia de los cardenales que votarán su sucesor. Ahora los europeos son solo 50 sobre 123. Eran 60 sobre 117 cuando Bergoglio resultó papa. Y los viajes, casi todos periféricos.

El sínodo es un vocablo que, desde la jerga católica, designa las asambleas de obispos para tratar cuestiones doctrinarias o de organización de la Iglesia. Francisco hace uso y abuso del recurso al sínodo. Sínodo sobre la Amazonia, Sínodo sobre la Familia, Sínodo sobre el Futuro de la Iglesia, conforman algunas de las asambleas convocadas “ad hoc” por el papa.

Como suele ocurrir, el asambleísmo es un método adecuado para expresar y conocer todas las opiniones, pero suele no serlo a la hora de las decisiones. O bien el resultado se diluye o bien, en el otro extremo, resulta ofensivo para quienes piensan de otra manera. El papa Francisco tomó debida nota de las carencias de sínodos y asambleas. En consecuencia, ahora es más “verticalista”. De una u otro manera, paga consecuencias. Cuando restringió sin consulta previa, por ejemplo, el empleo del latín en la misa, causó furor entre los tradicionalistas. Los mismos que le pedían más autoridad. Sin dudas, una de las reformas más importantes de la organización vaticana es la de la Curia.

Francisco comenzó por restringir su poder con la designación del C9, mencionado más arriba. Segundo acto fue la publicación de la Constitución Vaticana donde dice, con todas las letras, que la Curia está al servicio de las diócesis y no al revés como fue hasta entonces.
Dice además que los obispos poseen la misma jerarquía que los miembros del gobierno vaticano, limita a cinco años la ocupación de varios puestos jerárquicos en la Santa Sede y crea una dirección de recursos humanos. Lo más importante de la reforma: los “dicasterios” vaticanos, los órganos más elevados del gobierno de la Iglesia quedan abiertos a los laicos.

Más lentas son las reformas relativas a la participación de la mujer en la Iglesia. Cierto es que, en una década, el trabajo femenino quedó duplicado en cuanto a puestos de trabajo en el Vaticano. Hoy, las mujeres representan el 24 por ciento de la plantilla. También en materia
jerárquica. Hoy una mujer es segunda jerárquica en el dicasterio del desarrollo humano. No obstante, a la luz de los avances femeninos en el mundo, parece insuficiente.

En concreto, sobre dos temas: la designación de mujeres diáconos, tema sobre el que reflexiona una comisión desde el 2020, por un lado, y la consagración de mujeres sacerdotes, por otro, sobre el que nada se mueve.

El futuro

Decididamente, no cerró su boca. Cada vez que debió hacerlo el Papa Francisco salió a condenar los abusos sexuales cometidos bajo el silencio cómplice de la Iglesia. Bajo el pontificado de Francisco, vieron la luz abusos sexuales en Chile y en los Estados Unidos, en Alemania y en Colombia, en la Argentina y en Portugal, por citar solo algunos casos. Se trata de una larga serie de escándalos por conductas inapropiadas, en particular delitos contra el honor de las personas, que adquieren relevancia de sistémicos por sus repeticiones
en la geografía católica.

Cierto es que ninguna de estas denuncias involucra a los años de reinado del Papa Francisco, ni siquiera a hechos acontecidos durante el siglo XXI, no obstante, el ex cardenal Bergoglio denuncia el “exceso de poder” de los curas. Sin embargo, no son pocos los escépticos que señalan las bondades de las denuncias y de la descalificación para los abusadores, pero que reclaman ir más allá. ¿Sanciones concretas, al margen de las previstas por la ley civil? ¿Separación automática de los acusados sin esperar la sentencia definitiva? No queda claro.

Escépticos o no, los movimientos de estos últimos años tienden a eliminar el secreto que regía frente a los abusos. Es más, el apartamiento de la Iglesia, en 2019, del ex cardenal norteamericano Theodore McCormick, reconocido como autor de violencias sexuales sobre
menores, así lo atestigua. Pero paralelamente a estos avances, se ubica el abandono de la creación de un tribunal para juzgar los obispos que “disimulan” hechos acontecidos en sus respectivas diócesis o el “cajoneo” del proyecto de obligatoriedad de someter las sospechas de violencias sexuales a los tribunales civiles. También quedó excluido el levantamiento del secreto de confesión para los abusadores. En cuanto al poder y al estatuto de los religiosos, Francisco dejó el tema en manos de un sínodo que debe pronunciarse a principios del 2024.

Otro punto: Lautaro si’ es el nombre de la encíclica que Francisco redactó con relación al cambio climático. Un tema particularmente sensible para el papa argentino pese a no provenir de un país altamente industrializado. Su nombre adoptivo, Francisco, así lo demuestra habida cuenta del amor por la naturaleza que experimentaba su guía, San Francisco de Asís.

El papa habla de una ecología integral. Y por tal, entiende una redefinición de las relaciones entre el ser humano, la sociedad y el medio ambiente. El Vaticano lanzó una plataforma numérica para recoger iniciativas en tal sentido y Francisco aceptó participar de un documental realizado por YouTube sobre Laudato si’.

Reformas por tratar quedan muchas. Configurarán la iglesia del mañana. Diaconado femenino, gobierno de laicos, ordenación de hombres casados, situación de los homosexuales, etcétera… No son cuestiones menores, cualquier avance no acordado -es más, no lo suficientemente acordado- puede acabar en el origen de un nuevo cisma en la Iglesia Católica como el ocurrido entre 1378 y 1417 cuando dos obispos –desde 1410, tres- disputaron la supremacía del catolicismo.

De esos avances dependerá el juicio futuro sobre el papado de Francisco. Su biógrafo Frédéric Mounier se formula la siguiente pregunta, aún sin respuesta, “cómo calificara la historia al pontificado de Francisco: ¿Cómo una primavera de reformas o cómo un invierno de abusos
sexuales?
 

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