Un tribunal de Moscú condenó ayer al opositor Vladimir Kara-Murza a 25 años de cárcel, una pena de una dureza extrema que refleja la implacable represión en Rusia contra quienes critican la ofensiva en Ucrania. La pena pronunciada contra Kara-Murza es la más dura impuesta a un opositor en la historia reciente del país.
Tras un juicio a puerta cerrada, el tribunal anunció que reconocía a Kara-Murza culpable de “alta traición”, difusión de “falsas informaciones” sobre el ejército ruso y trabajo ilegal para una organización “indeseable”. Por ello, fue condenado a una pena acumulada de 25 años de cárcel en una colonia penitenciaria en régimen severo, lo que implica unas condiciones de reclusión más estrictas. La fiscalía había requerido esta condena. El opositor de 41 años, vestido con remera negra y chaqueta gris, sonrió brevemente al oír el fallo desde la célula en la que se encontraba en el tribunal. Su defensa apelará.
La condena a prisión de Kara-Murza se enmarca en la suerte corrida por los grandes detractores del presidente Vladimir Putin desde su llegada al poder en 2000. Si no están en la cárcel, como Alexei Navalny, fueron asesinados o forzados al exilio.
Así, Boris Nemtsov, antiguo viceprimer ministro y considerado en su momento como posible sucesor del mandatario Boris Yeltsin frente a Putin, se convirtió en los años 2000 en el principal crítico de quien finalmente accedió a la presidencia. El político se opuso a la anexión por parte de Moscú de la península de Crimea en 2014 y al apoyo militar del Kremlin a los separatistas en el este de Ucrania. Menos de un año más tarde, Nemtsov fue asesinado en febrero de 2015 cerca del Kremlin. Tenía 55 años.
Sus seguidores acusaron al dirigente checheno Ramzan Kadirov de haber ordenado el asesinato, aunque él lo niega. Cinco chechenos fueron condenados por el homicidio. Diez años antes, en octubre de 2006, fue asesinada otra opositora de Putin y de Kadirov, la periodista Anna Politkóvskaya, abatida en la entrada de su edificio en Moscú.
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