Internacionales
REINO UNIDO

Los retos del rey Carlos: modernizar la monarquía y unir a un país en crisis

A Reino Unido le llega un rey más viejo y menos popular que Isabel II, con una agenda compleja: hacerse respetar, ganarse la confianza de la calle y dar estabilidad a la Nación.

Carlos de Inglaterra tiene pautado al minuto todo lo que tiene que hacer de inmediato. Empiezan los retos del reinado para el que se lleva formando desde que nació, hace casi 74 años.

Carlos III no lo tendrá fácil. Aunque un rey tenga funciones limitadas y no sea jefe de Gobierno, sobre él recae la enorme responsabilidad de dar un marco de estabilidad y seguridad a su país, mientras dure el sistema monárquico del que se ha dotado Reino Unido. Llega en un momento de crisis política y económica y camina sobre la alfombra de su progenitora, que aún guarda sus pasos y su impronta. Es hora de demostrar la preparación de décadas.

La herencia

Carlos tiene pasado, el de un príncipe que es el miembro de la Familia Real menos querido (apenas un 11% de los ciudadanos dice que es su favorito) debido a sus problemas familiares y su carácter menos cercano que el de su madre, que ha mejorado con los años. Una de las mayores virtudes de Isabel II es que sus súbditos se identificaban con ella.

Con su hijo no pasa, o no aún. Hay tantos británicos que creen que lo hará bien como rey como británicos que creen que lo hará mal.
Reino Unido tiene ahora un rey más viejo y menos popular y se encuentra, como primera meta volante, con la necesidad de reivindicarse a sí mismo, deshacerse en el mejor sentido de la sombra de su madre.

Isabel II era en sí misma la institución y por eso mismo se negaba a abdicar, como sí hacían otros monarcas europeos. Ahora su hijo debe hacerla suya y cuidarla, a su manera. Ha estado muy presente en las rutinas de su madre en sus últimos tiempos, especialmente desde que empeoró su salud, y está perfectamente formado para el cargo. 

En estos momentos, la ciudadanía está políticamente polarizada, tras años de peleas como la del Brexit o liderazgos defenestrados como los de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson y con el miedo en el cuerpo por un invierno que promete subidas brutales de precios, especialmente en la energía, a causa de la guerra de Ucrania. En ese contexto, hay que vender unidad y la Corona está justo para eso, por lo que la muerte de la reina ha añadido una incertidumbre extra a todos los problemas que se acarrean ya.
El cambio para Carlos puede ser una cuesta arriba, claro, pero también la oportunidad de cerrar filas, con él como garante. 

Serán esenciales los mensajes que mande estos días para ver si ha entendido plenamente a qué se enfrenta y cuál es su nuevo rol, ahora que se quita el traje de príncipe. 

De momento, ha mostrado preocupaciones que están en la línea de las que preocupan a los ciudadanos, como el medio ambiente y la transición verde, de la que ha sido adalid mucho antes de que los Gobiernos de su país se pusieran con ello y posicionándose en público más allá de lo que podrá hacerlo nunca como rey, un cargo en el que la neutralidad obliga. Tiene derecho a ser consultado, incentivar al Ejecutivo y advertirle. Nada más.

Aire nuevo

Más allá del entorno de incertidumbre que Carlos debe ayudar a reducir, está la forzosa modernización de la Corona y la Familia Real. Isabel II se vio sometida a tensiones brutales venidas del entorno doméstico que le hicieron más daño que toda la política junta: los divorcios, las amantes, los accidentes, las peleas, los abusos sexuales, las peleas de nietos, el racismo...

El nuevo monarca ha sido buena parte el causante de ese dolor materno, pero también ha salido herido de esa etapa. Ahora, casado con Camila Parker-Bowles, bendecida esa unión con un matrimonio legal, el visto bueno de su madre y la tolerancia de los ingleses, está en otra fase y su anhelo, dicen sus allegados, es mejorar la imagen de la casa. Es una adaptación que empieza por la reducción de los miembros de la familia que tienen funciones oficiales.

Planea limitarlo a él mismo, su esposa, sus hijos, sus nueras y sus nietos. No obstante, como Harry y familia están retirados de la corte, queda William, sobre quien recaerá el peso de la agenda. Es lógico, es el heredero. Los gastos se reducirán, así, y también los riesgos de polémicas. Carlos ha hablado literalmente con los suyos de “racionalizar” la Familia Real y su coste al erario público. Una tarea que pone arriba en la agenda.