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La noche que un malón destruyó Salto: Un relato estremecedor de barbarie y traición
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La noche que un malón destruyó Salto: Un relato estremecedor de barbarie y traición

En 1820 José Miguel Carrera, derrotado y exiliado de Chile, se alió con los ranqueles para saquear y destruir las poblaciones fronterizas de Buenos Aires.

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En la apacible noche del 2 de diciembre de 1820, la tranquilidad del pequeño pueblo de Salto, se vio brutalmente interrumpida por la llegada de un malón de dos mil ranqueles, bajo el mando del temible cacique Yanquetruz, guiados por el mismísimo José Miguel Carrera, ex oficial chileno caído en desgracia.

Cegado por la ambición, Carrera, quien había sido derrotado y exiliado de Chile, se alió con los ranqueles para saquear y destruir las poblaciones fronterizas de Buenos Aires.

En una carta a su esposa, Carrera describe con frialdad su plan macabro: "Ayer a las 12 de la mañana llegué al campo de los indios, compuesto como de dos mil, enteramente resueltos a avanzar a los guardias de Buenos Aires, para saquearlas, para quemarlas, tomar las familias y arrear las haciendas".

El ataque: Una noche de terror y desolación

Al alba del 3 de diciembre, el malón desató su furia sobre el indefenso Salto. Las calles se convirtieron en un escenario de horror y desesperación.  Los gritos de las mujeres y niños se mezclaban con el estruendo de las armas y el fuego que consumía las casas. Los pocos hombres que intentaron defender el pueblo fueron rápidamente superados por la horda salvaje.

Las mujeres y niños del pueblo fueron convertidos en el botín más codiciado por los ranqueles. Más de 250 mujeres fueron secuestradas y llevadas a las tolderías, separadas de sus familias y enfrentando un futuro incierto. 

Carrera, en su carta a su esposa, describe con desprecio y frialdad la tragedia: "Allí estaba la parte más codiciada del botín, que es la mujer, porque la gloria del salvaje de la pampa, se cuenta por el número de los hijos que éstas le dan".

Al finalizar el ataque, Salto quedó reducido a ruinas. Los pocos sobrevivientes vagaban entre los escombros, buscando a sus seres queridos y lamentando la pérdida de sus hogares y pertenencias. La tragedia dejó una profunda huella en la memoria de la región, un recordatorio imborrable de la barbarie que acechaba en la frontera.

Un llamado a la justicia

El gobernador general de Buenos Aires, Martín Rodríguez, al enterarse de la tragedia de Salto, lanzó una proclama al pueblo, publicada en "La Gaceta" del 6 de diciembre de 1820. 

En ella, condenó enérgicamente el ataque y prometió justicia para las víctimas: "Este atentado tan horrendo y nefando, cometido por el malvado Carrera y sus aliados, no puede quedar impune. El gobierno ha tomado las medidas más enérgicas para perseguir y castigar a los responsables de este crimen atroz".

Un legado de dolor

El Malón de Salto, con su brutalidad y crueldad sin precedentes, se convirtió en uno de los episodios más oscuros de la historia de la frontera bonaerense. 

Un recordatorio del precio que se paga por la ambición desmedida y la falta de humanidad. Una advertencia para las futuras generaciones sobre los peligros de la violencia y la barbarie.

Quien fue José Miguel Carrera

Era hijo del coronel de Milicias Reales Ignacio de la Carrera y Cuevas, y de Francisca de Paula Verdugo Fernández de Valdivieso y Herrera. Estaba, por tradición familiar, predestinado a la carrera de las armas. Hizo sus primeros estudios en el Convictorio Carolino, lugar que en gran medida iba a marcar su personalidad.

Tal como se lo había propuesto, a los nueve años ingresó como cadete en el Regimiento de Caballería del Príncipe, alcanzó en 1797 el grado de alférez y en 1805 el de teniente. Tuvo formación militar luchando por la causa española durante las guerras contra Napoleón, donde se distinguió, pero regresó a Chile en 1811, y se adentró en los asuntos políticos.

Con tan sólo veinticinco años, cambió en gran medida la orientación del proceso independentista chileno que se estaba fraguando desde hacía años y que acababa de comenzar ya decisivamente. Hasta el momento habían predominado los moderados, cuya idea era más bien obtener grados de autonomía dentro del Imperio español, sin llegar a la independencia plena; sin embargo, él aspiraba a dar el salto definitivo a la independencia.

Se hizo con las riendas del proceso independentista chileno, llegando a asumir parcialmente la Constitución española de 1812, aunque sin injerencias del exterior. Reconoció a Fernando VII como rey, pero declaró nula cualquier orden o disposición proveniente de fuera del territorio de la república.

En marzo de 1813 desembarcaron las tropas de expedición enviadas por el virreinato del Perú, a cargo del brigadier Antonio Pareja, con el objetivo de sofocar la emancipación de Chile. Carrera asumió como general en jefe del Ejército y combatió en Yerbas Buenas, San Carlos, Talcahuano. 

Luego de la llegada de las tropas de Gabino Gainza, Carrera puso en sitio la ciudad de Chillán, de la que se tuvo que retirar por no contar con los medios suficientemente adecuados. 

A principios de 1814 le sucedió en el mando del Ejército el brigadier Bernardo O’Higgins, victorioso en las batallas de El Roble, Quilo y Membrillar, y una vez entregado el mando en Concepción, al dirigirse a Santiago fue hecho prisionero por los españoles, aun­que logró escaparse con gran arrojo y valentía.
En medio de una vorágine de acontecimientos, el 23 de julio de 1814 protagonizó una revuelta para destituir al director supremo, Francisco de la Lastra de la Sotta, asumiendo él mismo el cargo. 

Desconocido como director supremo, su hermano Luis enfrentó a O’Higgins en el combate de Las Tres Acequias y lo derrotó con una hábil estratagema defensiva. 

El desembarco del brigadier Mariano Osorio, enviado por el virrey de Perú para sofocar nuevamente la independencia de Chile, los obligó a unir fuerzas, pero la falta de materiales de guerra y la celeridad de Osorio desembocaron en el desastre de Rancagua, donde fueron batidas las fuerzas independentistas encabezadas por O’Higgins. Carrera y sus hermanos emigraron a Mendoza, junto a muchas familias de Santiago, llegando a Argentina.

Quiénes fueron los ranqueles

Los ranqueles fueron un pueblo  que habitaba territorios de la actual República Argentina, delimitados por el río Negro, el río Neuquén, el río Grande, el río Diamante, el sur de la provincia de San Luis, el sur de la provincia de Córdoba, el sur de la provincia de Santa Fe, y la franja oeste de la provincia de Buenos Aires. En la actualidad se agrupan en varias comunidades en las provincias de La Pampa y San Luis, superando los 10.000 miembros.

La palabra ranquel deriva de la castellanización de rankülche, la forma en que este grupo se llamaba a si mismo: ragkülche. Rangkül significa caña o carrizo y che, persona o gente. La definición del nombre completo es gente de los cañaverales.

Los ranqueles eran un grupo de cazadores y nómades y, durante el siglo XIX, intentaron resistir a los avances europeos y más tarde del Estado argentino.

Existen dos hipótesis acerca de su origen:

Hay quienes dicen que provienen de los tehuelches, otro pueblo indígena pero de la Patagonia de América del Sur, ya que se encontraban en Argentina y Chile.

Otros atores señalan que descienden de los pehuenche, un grupo indígena montañés que forma parte del pueblo mapuche y que también vivió a ambos lados de la cordillera de los Andes.

Entre los caciques importantes de los ranqueles figuraron:

  • Carripilum.
  • Yanquetruz el Fuerte.
  • Painé.
  • Manuel Baigorrita.
  • José Gregorio Yancamil.

¿Dónde se encuentran actualmente las comunidades ranqueles?

Desde 1995 el INAI comenzó a reconocer personería jurídica mediante inscripción en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas. Actualmente, existen 21 comunidades ranqueles distribuídas en la provincia de La Pampa y en San Luis.

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