Leticia Conti es periodista y desde muy joven se dedicó a la actividad política. Hace 15 años se sumó al sector que encabeza Lisandro Bormioli y desde entonces es una de las militantes más activas del peronismo local, ocupó varios cargos, tanto internos del espacio como electorales. Fue dos veces concejal por el peronismo/kirchnerismo (hoy Unión por la Patria).
En la actualidad Leticia atraviesa el último año de su segundo mandato como concejal, donde se destacó por ser una de las voces más contundentes de la oposición local.
Durante la última edición de EN VIVO: DiarioNucleo.com, que se emite los martes a las 19 por la señal de Fana Digital Leticia Conti analizó la actualidad del peronismo, comentó la disputa entre Cristina Fernández y Axel Kicillof, las dos figuras más importantes de ese movimiento, y señaló los desafíos políticos del presente.
La entrevista que Cristina Fernández le dio a Gustavo Sylvestre generó mucha repercusión. ¿Cuál es tu análisis al respecto?
Creo que Cristina marcó puntos clave sobre el modelo que impone el presidente Milei, comparándolo con otros momentos de la historia. Esto es crucial porque nos permite ver que lo que parece nuevo no lo es tanto. Cuando se apuesta al dólar planchado, a la especulación y al endeudamiento, esto siempre lo paga el pueblo. Es una terrible transferencia de recursos desde los sectores populares hacia los sectores más concentrados, y tarde o temprano eso termina en mucho dolor: la plata no alcanza, la gente no puede alimentarse bien, hay que bajar los consumos, se pierde empleo y soberanía. Ante esto, el peronismo debe ser una alternativa de gobierno, un camino hacia un lugar mejor, más justo y solidario.
¿Qué opinás sobre el debate que se generó sobre la candidatura de Cristina? Desde el Gobierno no ocultan que prefieren que lo sea.
Creo que el Gobierno Nacional ve en Cristina la posibilidad de polarizar la elección, ubicando al peronismo como la "caja de Pandora de todos los males". Sin embargo, Cristina también aglutina la posibilidad de una salida. Si comparamos cómo vivíamos hasta 2015, la plata alcanzaba, había empleo, y la redistribución del ingreso era del 52% del PBI para los trabajadores, el famoso 50-50 que se logró con Perón y nuevamente con Cristina. No se habla de esto cuando se critica a Cristina; solo se menciona la corrupción y las formas. De la corrupción, en el fondo, no se pudo probar nada.
La sociedad parece evidenciar hoy otro tipo de tolerancia con relación a las formas.
El poder concentrado, quienes desean que el país se dirija hacia un rumbo de distribución de la riqueza que no es equitativo, justo ni inclusivo, han creado un "monstruo" a combatir con "formas". Hoy, tenemos monstruosidades reales: un presidente que se pelea con un niño de 12 años con autismo, que trata a los médicos del Garrahan, a los científicos, a los trabajadores y a las mujeres como "ñoquis" o "parásitos". Ahora, esas formas no son monstruosas, no generan el mismo rechazo hegemónico que una tapa de Clarín rota por Capitanich. Hay denuncias penales contra periodistas, pero nadie dice nada. Es como si hubieran corrido el arco de lo que es admisible. Hay una degradación peligrosa en el discurso público que genera violencia en la sociedad, especialmente cuando las instituciones no tienen respuestas o se burocratizan.
¿Esa degradación tiene raíces culturales o históricas en la sociedad argentina?
Sí, hay un andamiaje cultural y condiciones de posibilidad que han hecho esto viable. Pensemos en el derrocamiento del peronismo en el 55. No se estudia ese bombardeo al pueblo argentino como la barbarie que fue. Que la sociedad civil fuera cómplice y que nunca se haya juzgado ni ocupado su lugar en la historia, sirvió de tierra fértil para que ciertos discursos contra el peronismo fueran viables, más allá de las bondades económicas en términos de redistribución, inclusión, ciencia, tecnología, salud o empleo. La pregunta que debemos hacernos es cómo nos transformamos en una alternativa posible para salir de esta lógica de la crueldad, cómo construimos una comunidad organizada para superar el imperio de la individualidad.
¿Creés que Cristina Kirchner, con su trayectoria y edad, aún encarna esa expresión que el peronismo necesita hoy?
Para un sector del peronismo, sí. A ´mí, Leticia Inés Conti, le gustaría que Cristina esté guiando, acompañando y asistiendo, con toda su capacidad de lectura, análisis y verborragia, con su calle y experiencia. Que sea la gran lideresa que pueda enderezar un peronismo del siglo XXI que necesita otros líderes y referentes. No porque Cristina no sirva más, sino porque hay que hablar con las nuevas generaciones, a quienes quizá el 50-50, Néstor o incluso Cristina, les queden lejanos. Lamentablemente, hace diez años que la política viene fracasando, y debemos hacernos cargo como solucionadores de problemas.
Mencionaste la autocrítica. ¿El peronismo debe revisar su propia historia y los errores cometidos?
Absolutamente. Hay que hacerse cargo de las cosas buenas y de las malas, con beneficio de inventario. No es sacar el látigo y autoflagelarse sino reconocer que hubo errores. La pregunta es cómo los transformamos. Cuando marcamos ciertas cosas de Cristina que no nos gustan o que consideramos errores, eso no nos hace "anticristinistas". Anticristinista es Milei, es la gente que la quiere "muerta o presa". Criticarla desde adentro es buscar mejorar.
¿Cómo ves la situación de conflicto existente con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof?
Siempre que se disputa poder o liderazgo, hay ruido. Bienvenido sea ese ruido al peronismo, que quizá hace años no sucedía porque era difícil plantear estas contradicciones. No hace malo a nadie, no podemos caer en la lógica maniquea de "malos y buenos", "anti y no anti", o que te corran con el "peronómetro" o el "kirchnerómetro". El militante no es un hincha de fútbol; tiene una mirada crítica que no lo convierte en adversario, sino que busca mejorar desde algún lugar. Muchos años de silencio generaron que llegáramos a esta situación. Hay compañeros y compañeras que estaban cansados y empiezan a encontrar en Axel una figura que puede mostrar otra manera de armar, de dialogar y de salir a buscar a quienes se fueron yendo de este espacio nacional y popular, que es más amplio que el peronismo.
En ese contexto, ¿qué significa para vos la creación del Movimiento Derecho al Futuro, del cual sos parte?
El Movimiento Derecho al Futuro, que integro junto a muchísimos compañeros y compañeras de Pergamino, es un espacio de construcción con el gobernador. Es un movimiento, lo que implica acción, y es amplio, diverso, heterogéneo. Confiamos en que Axel pueda seguir incluyendo, invitando y dialogando, para no caer en lógicas de exclusión por una mirada crítica o por "fulanitos más, menganitos menos". Tenemos que construir algo nuevo, no porque lo viejo no sirva, sino porque lo viejo, que funciona, necesita nuevas canciones para conquistar nuevas miradas. No hay que descartar algo solo por ser "viejo".
¿Esta situación de “ruido” o discusión en el peronismo perjudica la posibilidad de unidad?
Creo que la discusión se está prolongando demasiado. Deberíamos estar pensando en el programa, en cómo vamos a mostrar que el peronismo es la alternativa. Las diferencias son políticas, no ideológicas; son de construcción, de lógica, de metodología. El hecho de que no se haya podido discutir durante mucho tiempo nos lleva a tener que hacerlo ahora, en un momento sumamente acuciante para el país y la provincia, y esto está llevando parte de este año electoral.
Mi convicción es que el peronismo trasciende a las personas. Creo firmemente en el postulado "primero la Patria, después el movimiento y después los hombres". Entiendo que eso va a estar sobre la mesa y en algún momento podremos construir la necesaria unidad con puntos de confluencia; una unidad que no sea solo de los dirigentes, sino para la gente, para que el peronismo sea una alternativa de gobierno.
Mientras tanto, hay que decirse lo que no se dijo durante un montón de tiempo. Quizá lo que hoy se ensaya, y como estamos en el siglo XXI, antes se encerraba en cuatro paredes y nadie se enteraba, pero ahora todo se transmite por Twitter, por redes sociales. Es el debate político en vivo, hay una verborragia, una ansiedad de declaraciones, la necesidad constante de tomar posición. Molesta el silencio. Me molesta la falta de posicionamiento. Me gustaría que se debatan las diferencias "puertas adentro" y no que todo esté todo el tiempo escrutado como si fuera un ajedrez en vivo. No es necesario crear un "trending topic eterno" sobre las discusiones internas del peronismo.
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