Juan Román "Junior" Sanabria tenía 18 años, era apasionado por el fútbol y jugaba en Juventud, donde se destacaba entre sus compañeros por su habilidad. El 29 de junio de 2024, mientras viajaba en moto, Junior sufrió un accidente en el que perdió la vida. El hecho conmocionó a toda la ciudad y generó gran congoja en el ambiente futbolístico.
Unos meses después sus padres, Darío y Lorena, y varios familiares, en medio de la angustia y el dolor, comenzaron a darle forma a un proyecto que hoy es una realidad: el club de Fútbol Junior Sanabria. Fundado en el corazón del barrio Güemes, la institución alberga a más de 100 niños de ambos sexos donde, además de la actividad deportiva, adquieren hábitos de compañerismo y disfrutan de distintas actividades.
Este año, Junior Sanabria ingresó a la liga de fútbol y comenzó a escribir una página que sin dudas será extensa y gloriosa en la historia del deporte pergaminense.
Durante la última edición de EN VIVO: DiarioNucleo.com, que se emite los martes a las 19 por la señal de streaming Fana Digital, Darío Sanabria y Guillermo Escamilla; padre y tío de Junior respectivamente, contaron su experiencia, la historia del club y el esfuerzo para sobreponerse a la pérdida y la tragedia: "Cuando en alguna oportunidad las cosas se ponen difíciles pensamos que el club es de Junior y que cada cosita que hacemos es una caricia que le hacemos a él" señaló Darío durante la entrevista.
¿Cómo nació el Club Junior Sanabria?
Darío: Arrancamos este proyecto hace un tiempo atrás con mucho dolor. La verdad, era nuestro cable a tierra, algo que necesitábamos hacer. A Junior le gustaba mucho el fútbol y queríamos buscarle la vuelta por ahí. La idea surgió con hacer algo en el barrio, que no había, por los chicos, pero con mucho más amor si llevaba el nombre de nuestro hijo. Así surgió la idea del club. Es algo que me cuesta hablar porque es muy difícil.
¿Cómo se hace un club desde cero, sin tener nada?
Darío: Primero empezamos golpeando puertas. El intendente nos dio una mano bárbara, la Secretaría de deportes de la Municipalidad nos abrió un montón de puertas, nos facilitó un montón de cosas. Y ahí arrancamos con un grupo de trabajo, la mayoría somos familia y amigos de Junior. Empezamos a aprender a hacer cosas porque el tema de los trámites es muy difícil. Si no tenés ayuda es imposible. Le metimos para adelante con mucho amor y entusiasmo. La municipalidad nos brindó muchísimas cosas.
Además de club en el lugar también funciona un merendero
Es algo que decidimos implementar: después de las prácticas les damos una copa de leche o mate cocido. Cuando hacía calor era jugo. Tenemos una panadería que nos brinda facturas, arroz, manteca. Estoy muy agradecido porque siempre nos dan de lunes a jueves para que podamos dar esa copa de leche. Los chicos se van muy contentos. Pasan mucho tiempo en el club, entre dos o tres horas, y esas horas no están en la calle.
¿Cuántos chicos asisten al club?
Darío: Más o menos 110 más o menos y todos tienen distintas edades, incluyendo femenino, sub-10, sub-12 y cuatro categorías de liga infantil.
Guillermo, ¿cómo fue tu colaboración en este proyecto?
Más allá de que Junior es mi sobrino. Junto con Nati, mi señora, cuando Darío me comentó del proyecto, le dije: "Bueno, dale, vamos a encararlo". Así que nos organizamos y arrancamos. Para mí es algo muy importante y notamos de inmediato lo bueno que es para los chicos contar con un lugar como este, donde a través del fútbol se transmiten muchos valores.
¿La respuesta de la gente del barrio y de los amigos de Junior fue inmediata?
Por suerte fue inmediata. Una alegría para el barrio.
Darío, el fútbol hermana, ¿no? Genera vínculos y amistades.
Darío: Sí, la verdad es un deporte muy lindo y para los chicos es algo nuevo porque en el barrio no había algo así. Cuando lo planteamos fue una explosión, todo el mundo quería venir, participar. Los vecinos, cuando empezaron a ver el movimiento, mostraron una predisposición bárbara, muy contentos con lo que estamos haciendo.
Y en lo personal, para vos y tu señora, el club fue un cable a tierra.
Darío: Sí, la verdad, estamos pasando un momento difícil. Es complicado y esto nos lleva con mi señora a estar mucho tiempo en el club. Yo salgo de trabajar y me voy directamente a la canchita hasta las nueve, nueve y media de la noche. Entre prácticas, atendemos a los chicos. Me quedo ahí, y cuando no hay práctica, vamos con Guillermo y el grupo de trabajo a plantar un palo, un alambre, lo que sea para que los chicos estén un poco más cómodos. Estamos metidos en el club. Siempre hay algo que hacer.
Destacaste la importancia de que los chicos vayan al club y no estén en la calle.
Darío: Es un objetivo importante que nos planteamos, con los profesores también llevamos un poco de control sobre el vocabulario, el hacer amigos, el ser compañero. Obvio que nosotros estamos aprendiendo esto porque éramos ajenos. Yo cuando Junior jugaba iba como papá y al mismo tiempo mi señora colaboraba mucho en (el club) Juventud, cuando a Junior le daban una copa de leche en su época infantil. A mí como papá me hacía bien ver a los chicos salir de ahí contentos, y por eso traté de incorporarlo cuando surgió esta idea.
El crecimiento fue notorio y se dio de manera muy rápida.
Darío: Sí pero gracias a Dios pudimos organizarnos bien. Tenemos entre dos o tres profesores por categoría y las chicas entrenan en distintos días para aprovechar mejor el tiempo. Hay dos canchitas de entrenamiento y de esa manera estamos organizados y cada día aprendiendo más cosas y buscando la vuelta.
¿Qué les pasa cuando suena el silbato y empieza un partido en el club que construyeron?
Guillermo: Cuando vamos y vemos un partido, es como decir: "Mirá lo que logramos". Porque, como dijo Darío, del dolor salió un club y ver tantos chicos tan alegres... En mi caso, me pongo a pensar: "Mirá lo que logramos en tan poquito tiempo"-
Darío: Es una alegría y un impulso para salir adelante. Con este proyecto empezamos a golpear puertas y Gustavo Ciuffo, el secretario de Deportes del Municipio, nos consiguió pelotas, redes, un par de arcos y estuvo siempre a disposición. Yo lo llamaba por teléfono y él siempre me atendía. Se portó de maravilla. Desde la Municipalidad nos dijeron: "Lo que ustedes precisen, háblenlo con Gustavo que él se los va a hacer llegar o le va a buscar la vuelta". Y así fue.
¿La cancha tiene dimensiones reglamentarias?
Guillermo: Cumplimos con las exigencias de la Liga (de Fútbol), 50 metros de largo y 33 de ancho. Una cancha que la estamos preparando y la otra para entrenar.
Darío: Este año entramos a la liga y ya jugamos de visitante en Argentino, y ahora jugaremos contra Douglas y después contra Alfonso. Es una movida linda. Yo vivo a cuatro cuadras del club y cuando doblo para el lado del club y veo tantos chicos esperándonos siento una emoción muy grante. Si la práctica es a las seis, ya cinco y media hay chicos dando vueltas y muchos papás con termo y mate a ver las prácticas. Se hace un programa lindo. Eso es lo que nos mantiene a mí, a la familia y a la mamá de Junior en este proyecto, es lo que no deja que nos vengamos abajo. Cuando en alguna oportunidad las cosas se ponen difíciles pensamos que el club es de Junior y que cada cosita que hacemos es una caricia que le hacemos a él. Lo tomamos así para sobrellevar el dolor, porque la verdad, el dolor nos va a perseguir hasta que nos toque encontrarnos con él, pero te aseguro que mientras tanto vamos a seguir haciéndole una caricia al alma con esto.
Junior se llamaba Juan Román. ¿Es por Riquelme?
Darío: Yo soy de San Lorenzo pero fanático de Riquelme y por eso el nombre de Juan Román. Juan Román Leonel, como Messi que cuando él nació era suplente.
Han sabido transformar ese dolor en algo para los demás, ¿cómo fue ese proceso?
Darío: Nos costó muchísimo. No sabíamos para dónde ir. Con mi señora estábamos perdidos. Guillermo, que es el esposo de mi hermana, fue un sostén muy importante, junto con ella. Estoy agradecido de la vida, porque él nunca me dejó caer, siempre empujándome para adelante: Un día hubo un torneo amateur de mujeres y nosotros prestamos la cancha, medio reticentes porque, aunque sólo era un potrero y no era nuestra, igual la cuidábamos mucho. Y entonces pasó que se llenó de gente. Entonces Guillermo Illia, de quien no me quiero olvidar, me dijo: "¿Por qué no hacen un club?". En ese moemnto le contesté: "La verdad, no estoy bien de la cabeza, no puedo agarrar para la joda a los nenes y a los padres. El día que esté mejor, lo voy a pensar". Y un día tocamos fondo con mi señora y le dije: "¿Hacemos el club o abandonamos?". Y ella me dijo: "Yo te acompaño como puedo", porque ella también estaba devastada. Lo hablé con él y me dijo: "Darío, vamos a meterle para adelante" y en tres o cuatro meses hicimos una banda de cosas.
¿Qué proyectos tienen ahora? ¿Quizás tener una primera división?
Darío: Ahora tenemos que terminar la canchita para poder hacer de locales. La Municipalidad se comprometió a ayudarnos y nos está dando una mano bárbara. Nos trajo tierra, nos va a mandar la máquina. Quizás dentro de un mes posiblemente podamos hacer de locales. Mientras tanto, el Club Otero nos presta la canchita, al lado de la parroquia Santa Teresita. Ahora tenemos la esperanza de que en un mes vamos a hacer de local en nuestro barrio.
Otro proyecto que tenemos planeado es llevar a los chicos con Guille a un viaje, que vean otras cosas, que no sea todo fútbol, sino algo recreativo también. Cuando yo era chico fui de viaje con el club y me acuerdo todavía los momentos. Quiero que los chicos también se acuerden del momento que con el Club Junior fueron a algún lugar. Esas son cosas que quiero que queden el día de mañana cuando sean grandes. La idea también es poder limpiar el lote de atrás para hacer cancha grande a futuro, que nos va a llevar un par de años, porque es todo trabajo.
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