Pergamino
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María Teresa Capetillo, socia fundadora del Club Otero

La ex concejal estuvo como invitada en la última edición de EN VIVO: DiarioNucleo.com y habló sobre el trabajo que lleva adelante desde hace más de diez años en esa institución de la zona norte. El nacimiento de la entidad, el recuerdo del Padre Galli y la lucha por sobrevivir a la Pandemia.

María Teresa Capetillo lleva muchos años realizando distintas actividades de carácter solidario y hace diez años, junto con un grupo de vecinos, decidió fundar el Otero Fútbol Club Pergamino; una entidad destinada a fomentar el fútbol infantil, formó parte de la primera comisión directiva de la entidad y la presidió durante casi una década, hasta que el año pasado decidió dar un paso al costado.

Durante su gestión el predio de la institución, ubicado junto a la Parroquia Santa Teresita, fue reformado por completo, se inauguró la cancha, se construyeron los vestuarios y se produjo un importante crecimiento para la entidad. 

En la actualidad el Otero Fútbol Club cuenta con alrededor de ochenta niños, disputa los torneos de la liga local y funciona como ámbito de contención para los chicos del barrio. Hace algunos años incorporaron también fútbol femenino y día a día trabajan para mejorar el espacio físico de la entidad.

Además, María Teresa fue durante cuatro años concejal por el Partido Socialista y continúa involucrada en la actividad política, aunque nunca mezcló su filiación partidaria con su actividad en el club.

Durante la última edición de EN VIVO: DiarioNucleo.com, que se emite los martes a las 19 por la señal de streaming Fana Digital; María Teresa Capetillo contó la historia del club, recordó al padre Jorge Galli, y comentó las dificultades que tuvo la institución durante la Pandemia.

¿Podrías contarnos cómo nació el Otero Fútbol Club Pergamino?

Siempre tuve una actitud solidaria y me gusta colaborar con los más necesitados y conozco los barrios de Pergamino. En el caso particular de Otero, siempre fui seguidora de la actividad del padre (Jorge) Galli y él murió con el sueño de que en el terreno aledaño a la iglesia Santa Teresita hubiese una cancha de fútbol para los niños del barrio. Entonces cuando tuve la posibilidad de ser concejal decidí tratar de concretar aquel viejo sueño. La gente me recibió muy bien y tuve como nexo de una persona que vivía en el lugar y que colaboró conmigo para que se concretara. 
Lo primero que hice feu pedir ayuda a la Municipalidad porque el terreno estaba totalmente desnivelado y había un árbol muy grande en el centro de lo que hoy es la cancha y ellos nos dieron una mano para dejar el lugar en condiciones. 
Una vez que la municipalidad me hizo ese trabajo, como mi realidad económica al ser concejal era otra, pude comprar primero el alambrado, después los arcos y las redes. 

¿Para ese entonces ya se había constituido la comisión?

Eso se dio en paralelo, empezamos a armar todo lo necesario, con alguna gente del barrio y con otros colaboradores; entonces hicimos una modesta asamblea, asamblea y por unanimidad me eligieron presidenta. Así que esa fue una responsabilidad muy grande para mí, la verdad, agradecida a la gente que me eligió presidenta, cargo que ocupé durante casi diez años.

¿Cómo se dio el crecimiento de ser una cancha de barrio a pasar a integrar la Liga?

La Liga nos exigía tener una cantidad mínima de chicos para poder ingresar y yo lo que quería era que también fuera un objetivo integrador, que los chicos pudiesen jugar al fútbol con todos los clubes de Pergamino, así que recorrimos el barrio y visitamos escuelas para invitar a los chicos a jugar. Hasta que logramos el número e ingresamos. Debo decir que la Liga fue muy condescendiente con nosotros, ya que siempre nos cobraba una cuota menor, porque todos los chicos siempre fueron becados, nunca pusieron un peso, todo lo recaudábamos nosotros y lo conseguíamos mediante las entradas, o hacíamos rifas o lo poníamos la gente de la comisión.

Además el club pasó a ser un factor de contención para los chicos del barrio.

Eso se fue dando con el tiempo. Por ejemplo,  en una de esas reuniones de comisión se me ocurrió que les festejáramos el cumpleaños a los niños. Para eso necesitábamos un salón y primero nos brindaron el salón del Centro Padre Galli, que queda al lado de la cancha. Mientras tanto fui hablando y presentando proyectos en la Municipalidad para que nos dieran subsidios y demás hasta que, con la ayuda de un afiliado nuestro, al que no voy a nombrar porque no quiere, construimos el salón que tenemos hoy en día, muy lindo y con vestuario para los chicos. Esta persona que pertenece a nuestro partido nos donó todas las aberturas: puertas, ventanas y rejas. Y además aportaba para que les diéramos merienda a los chicos, bolsas de leche y otras cosas que yo, cuando vi que nos sobraba, se las donaba al Centro Padre Gali para que les dieran a los chicos del barrio los fines de semana.

 

¿A la cancha la hicieron también ustedes?

La hicimos nosotros, la marcamos y le pusimos el alambrado, que después cambiamos porque la liga nos exigía otro tipo de alambre. Por eso la queremos y la cuidamos tanto. Al tiempo de la inauguración logramos que hubiese un profesor de educación física, además de los directores técnicos, que algunos de ellos eran papás de los chicos, para que tuviesen una buena formación en lo atlético.

¿Cuesta mucho mantener unida a una comisión y trabajar todos los fines de semana?

Fácil no es; durante años estuvimos tres personas. Organizábamos, trabajábamos, controlábamos las entradas en los partidos. Todo. La verdad es que pasamos momentos duros y en ese sentido quiero agradecer a la tesorera de esa comisión, René Quaglia, una vecina del barrio que me ha escuchado tanto, y ha sido mi paño de lágrimas, porque a veces yo me sentía como desbordada, como que no podía con el club, que a veces nos tocaba jugar con otros clubes, viajar y todo se hacía muy cuesta arriba. René fue muy fuerte en la liga y nos ayudó a superar esos obstáculos con mucha solvencia.  Siempre la llamó por teléfono y le digo que le agradezco porque era como que me transmitía energía.

¿Por qué tomaste la decisión de dar un paso al costado de la presidencia?

El club estaba funcionando muy bien y me pareció que tenía que dar lugar a otra gente que trabaje, padres de chicos, algunos padres de las nenas, algunos padres de varones, y se conformó una buena comisión, considero que las instituciones deben renovarse para sobrevivir así que estoy muy contenta con el trabajo que está realizando la gente que trabaja ahora, aunque sigo conectada con el club porque me encanta y lo vivo de manera muy intensa. 

Muchos clubes la pasaron mal durante la Pandemia ¿ustedes cómo la sobrellevaron?

Fue terrible, porque se cerró y cuando reabrimos no teníamos niños, tuvimos que empezar a golpear puertas e ir casa por casa y pedirles a los padres que nos manden los chicos. En un momento nos faltaban chicos para que la liga nos permitiera que estar inscriptos. Ahí fue cuando empecé nuevamente a recorrer escuelas, escuelas del barrio, gente del barrio, casas de familia y así nos fuimos conformando nuevamente.

¿Qué te dejó la experiencia de levantar un club partiendo desde cero?

Creo que todo trabajo tiene su recompensa. Como ejemplo, siempre ando buscando y pidiendo ropa para Fortaleza, la institución esta que se ocupa de los enfermos de cáncer. Y justo había fallecido una señora que yo conocí, así que hablé con los familiares porque yo sabía que tenían muy buena ropa y en buen estado, y me dieron todo. Así que cuando fui a buscar esa donación, en la casa de al lado había una construcción y un albañil se acercó y me contó que su hijo había debutado en Otero y que ahora juega en cancha grande. Fue como un refresco para el alma, ese es un ejemplo de la experiencia que deja.
Recuerdo también que teníamos un profesor que era excelente ahí en ese momento, Brian Guerrini, que les hablaba mucho y eso también es importante, que el chico no solamente esté para la formación física, sino también la formación mental, la formación emocional.

¿Qué es lo que distingue a Otero de otros clubes que se dedican al fútbol infantil?

Que absolutamente todos los chicos juegan al fútbol. Todos practican y todos juegan en los partidos. Sea cual sea su habilidad para el juego. Todos los chicos son aceptados. En eso se diferencia porque otros clubes se centran en la competencia y por ahí tal vez dejan de lado a los chicos que no son tan habilidosos. En Otero no, todos practican y juegan en igualdad de condiciones y el deporte cumple de verdad su función integradora. 

¿Cómo vio la Iglesia la concreción de este proyecto?

De manera excelente; y de hecho el padre Aníbal Tabares, hoy en San Cayetano, que es una persona muy solidaria que, por ejemplo, invitó a la Parroquia a la gente que estuviera sola o que no tuviera recursos económicos para pasar las fiestas. El me ayudó un montón, fuimos juntos a firmar un comodato, con el Obispado (de San Nicolás) que es el propietario del terreno, y él me allanó el camino y me ayudó para tener todo en regla.
También les agradezco mucho a los padres, por todo lo que trabajaron. Siempre nos dieron una mano porque los recursos son escasos y hay que moverse para conseguirlos. Vender rifas, hacer eventos, todo eso exige trabajo y tiempo, pero logramos, por ejemplo que los chicos tengan cada uno su equipo para jugar. La verdad es que con esfuerzo y compromiso todo se logra.