La increíble historia de sanación y fe detrás de la beatificación de María Crescencia
Lo que comenzó como un viaje de vacaciones en familia terminó transformándose en una pesadilla para una joven que después de recibir un diagnóstico de tres días de vida logró curarse sin una explicación científica.
Pergamino conmemora hoy el 125 aniversario del natalicio de María Crescencia Pérez. Además, este año se cumplirá el décimo aniversario de su beatificación llevada a cabo en Pergamino el 17 de noviembre de 2012, la cual fue tutelada por el cardenal Angelo Amato y convocó a miles de personas de todo el país como del extranjero. “Sor dulzura”, como la llamaban, falleció en Vallenar, Chile, el 20 de mayo de 1932 con tan solo 34 años de edad. Su cuerpo permaneció en el país vecino hasta 1986 cuando sus familiares decidieron repatriar sus restos y darles descanso en la capilla del colegio Nuestra Señora del Huerto.
En ese mismo año, obispos argentinos junto al obispo de la ciudad chilena de Copiapó decidieron abrir el proceso de beatificación y canonización. A Crescencia se le atribuía la sanación de un arquitecto de 34 años con un diagnóstico de leucemia y que, luego de días de plegarias junto a las reliquias de la beata, logró curarse sin que los médicos puedan encontrar una explicación científica a lo acontecido.
También se le atribuye la salvación de un enfermo terminal cuya familia rezaba delante de una imagen de Crescencia por su mejora.
Pero fue la sanación de María Sara Pane la que hizo que el Papa Benedicto XVI lo acreditara como un milagro obra de María Crescencia y finalmente aprobara su beatificación el 19 de diciembre de 2011.
La sanación de Sara Pane
A comienzos de 1995, Sara, que por entonces tenía 23 años, viajó junto a su familia hacia Córdoba de vacaciones, lugar en el que ella, su hijo y su hermano se contagiaron de hepatitis A. Debido a que padecía de diabetes infanto-juvenil, su cuadro de salud se agravó a tal punto que estuvo internada durante dos meses en el Hospital Aeronáutico de Pompeya.
En ese tiempo, su pronóstico no hizo más que empeorar, los médicos le dijeron a su padre que le quedaban solo tres días de vida y debido su grave situación fue incorporada en la lista de emergencia nacional para trasplante de hígado.
Durante esas horas, que parecían las últimas de su vida, recibió la unción de los enfermos por parte de un sacerdote y fue trasladada hacia el Hospital Italiano para realizarle el trasplante de hígado. Momentos antes de comenzar con el procedimiento del trasplante, los médicos se dieron cuenta que la intervención no sería necesaria porque comprobaron que estaba completamente curada. Los análisis que le practicaron después solo mostraron signos de la diabetes que padecía desde su infancia.
Sara recuerda que mientras le estaban realizando la biopsia previa a la operación le pidió a la estampita de María Crescencia que la ayudara a transitar su difícil momento y, una vez terminado el estudio, comenzó a sentirse mejor. Los médicos no entendían cómo podía ser que apenas horas atrás, Sara se encontraba postrada en la cama con dolores y sin poder hablar, y luego de la biopsia comenzó a recuperar fuerzas y a sentirse mejor. Inmediatamente después comenzaron a realizarle nuevos análisis que corroboraron la mejora que los médicos observaban.
Sara Pane recordó que el Jefe de Hepatología del Hospital Italiano le comentó “esta es la primera vez que la ciencia y la fe se juntan”, y luego de unos estudios de control fue dada de alta.
El proceso de beatificación
Según lo que figura escrito en el volúmen religioso que, para la fe cristiana, acredita el milagro, la sanación de Pane tuvo que ver con el pedido de intervención a Crescencia por parte de la joven, sus familiares y allegados, y los de la comunidad de las Hijas de María Santísima del Huerto que la visitaron en su estadía en el Hospital Aeronáutico.
Aunque resulte curioso, Pane desconocía la existencia de Crescencia hasta el momento de su milagrosa recuperación, que luego fue determinada por la Iglesia como milagrosa. Sostiene que a la estampita de la beata se la dieron dos monjas del Huerto cuando la visitaron en el hospital en sus horas más difíciles. Desde entonces su conexión espiritual y su agradecimiento hacia Crescencia fue total y por supuesto estuvo presente en el día de la beatificación.
Al llegar a Pergamino trajo consigo muchos pedidos de intercesión cristiana que le habían encomendado y expresó: “Le pido a María Crescencia que las mire y las escuche, yo sé que las está mirando y escuchando”.
Durante la misa de canonización, estuvo sentada en primera fila escuchando las palabras del cardenal Amato, quien fue el enviado especial del Papa Benedicto XVI, y del arzobispo Estanislao Esteban Karlic. Además, fue la elegida para subir al altar y depositar una reliquia de “Sor Dulzura”.
Al finalizar la ceremonia Crescencia ingresó al panteón de los santos convirtiéndose en la primera beata bonaerense de la provincia de Buenos Aires y la séptima de la Argentina.